¿A quién votaría China? ¿A Trump o a Biden?
El intervencionismo militar ha sido uno de los pilares de la política exterior de los presidentes demócratas. Aunque son los Bush quienes tienen la fama de ser presidentes de guerra, ha sido el demócrata Barack Obama un presidente en guerra por lanzar acciones militares contra siete países. Debido a su principio de no interferir en los asuntos internos de otros Estados, la política oficial china es no respaldar a ninguno de los candidatos de EEUU, aunque lógicamente han discutido sobre cuál de los dos beneficiará a los intereses de China.
«Los chinos quieren que me vaya», afirma en público Donald Trump, aunque en privado había pedido al presidente Xi Jinping que le ayudase a ganar las elecciones del próximo noviembre comprando más soja y trigo a sus agricultores, según revela John Bolton.
«Elecciones de China» es el nombre con el que se está bautizando la convocatoria electoral del 2020 debido a que tanto el republicano Donald Trump (DT) como el demócrata Joe Biden (JB) han convertido a la superpotencia asiática en su chivo expiatorio en los mítines, apelando a los sentimientos más bajos xenófobos de los hombres blancos nativistas en vez de ofrecer soluciones a los graves problemas de los ciudadanos.
La sinofobia llegó con fuerza a la política exterior de EEUU durante el mandato de Barack Obama, y se teorizó en su doctrina de Regreso a Asia con el objetivo de parar el imparable declive del imperialismo que llegó a reinar en solitario al mundo entre los años 1991 y 2001: la fecha de su fin coincide con la inesperada alianza entre China y Rusia materializada en julio de aquel año en la Organización de Cooperación de Shanghái (la OCS). Dos meses después del 11-S. la OTAN ocupará Afganistán (¡aunque la CIA atribuye el atentado a Arabia Saudí!), el país más estratégico del mundo, ubicado en el corazón de Asia Central, vecino de China, Rusia, India e Irán, intentando mantener su estatus. La promesa de Obama de retirar las tropas de las zonas de guerra de Oriente Próximo (incumplida por las presiones de Israel y Arabia Saudí), simplemente era para enviarles a las fronteras de China, que no «llevarlos a casa». Con este afán, Obama llegó a ser el único presidente de EEUU que viajó dos veces a la India intentando 1) llevar a este país «no alineado» a su órbita, y 2) impedir la formación de una Chindia, cuando la «I» de la India, además, se convirtió en otra letra de la alianza económica de BRIC, que unía a Brasil, Rusia y China. Sin embargo, Obama fracasó en Nueva Delhi, que aplicó el dicho castellano: «Quien tienen un tío en Alcalá, no tiene tío ni tiene ná»; o sea, es mejor llevarse bien con su poderoso vecino que tener a un Tío Sam a miles de kilómetros.
Pero sí lo ganó en Brasil: apartó a los izquierdistas Lula da Silva y Dilma Rousseff del poder, minando por dentro a una iniciativa que iba a poner en jaque la hegemonía mundial de EEUU. La estrategia antichina de Washington había llegado para quedarse, a pesar de que al imperio muerto no le resucitará ningún santo, ni Dios podría contener el avance de la República Popular China, que progresaba desde dentro (acabando, por ejemplo, con la pobreza de nada menos que 800 millones de chinos en los últimos 30 años) y desde fuera, con la iniciativa de «Un cinturón, una ruta», lanzando el mayor proyecto de infraestructura de la historia humana.
En cuanto a DT, su propio perfil simboliza esta decadencia del imperio. Aunque al contrario de 2016, las palabras vulgares que hoy dedica a China y sus ciudadanos carecen de contenido político y son simplemente una cortina de humo para ocultar su incompetencia, echando la culpa de todos los males que padece EEUU a otra nación: lejos de devolver la grandeza a EEUU, DT ha desnudado al rey: ha dicho al mundo que aquella potencia que parecía invencible ha perdido las guerras contra Irak, Afganistán, Libia o Siria, que sus aliados le han estafado y que los presidentes de Estados Unidos de América eran unos peleles (o vendepatrias) al no defender al país ante el dragón rojo. En su intento de rescatar a su «hermoso país», DT ha acabado con las alianzas que EEUU había tejido desde la Segunda Guerra, tanto con los Estados como con las instituciones, y ha arrancado de cuajo la Delicate Duality, delicada dualidad del poder global de EEUU, que estaba basada en priorizar la diplomacia sobre la guerra, y los intereses nacionales sobre el liderazgo internacional; tarea que había sido realizada por un aparato de poder de cuatro brazos: militar, económico, diplomático e inteligencia (¡me refiero a los «servicios»!). Ahora, DTpone fin a la diplomacia, designando a un agente de la CIA, Mike Pompeo, como ministro de Exteriores, y deshace las relaciones con China que tanto costó a EEUU establecer: el Gobierno Nixon-Kissinger consiguió no solo impedir un acercamiento entre los dos gigantes socialistas, la URSS y China, sino que estableció unas relaciones con ambos que fueron más estrechas que los vínculos entre la tierra de Lenin y la de Mao.
Trump sucumbe
A fecha de hoy, DT está cayendo en las encuestas (visibilizado en el fiasco del mitin de Tulsa) por:
-La crisis sanitaria y la brutal cifra de fallecidos, alrededor de 120.000 personas, a causa de la ausencia de un sistema de salud pública y la negligencia de las autoridades, que no del «virus chino», como dice Trump; puede haber hasta 20 millones de infectados, afirman las autoridades sanitarias;
-El movimiento por la justicia racial, renacido tras el asesinato racista de George Floyd, que ha dado lugar a algo parecido a una Primavera estadounidense;
-La pérdida de 40 millones de empleos, que no se recuperarán en años.
-El incumplimiento de la llamada fase uno del acuerdo comercial firmado con China en enero pasado que iba a ser la principal baza electoral de DT. Los elevados aranceles que ha impuesto a los productos chinos han llevado a la quiebra a miles de empresas importadoras de productos chinos y exportadoras de soja, cebada o carne al país asiático, que se han quedado sin vender. China ha comprado menos de la mitad de los productos establecidos en el acuerdo que iban a enviar unos 200.000 millones de dólares a las arcas de EEUU en los próximos dos años, lo cual muestra el fracaso de la guerra comercial de Trump.
A pocos meses de las elecciones, es imposible que la economía vuelva a crecer. En los estados donde tiene su base social, como Wisconsin, la tasa de desempleo alcanza el 13%, y en Pensilvania y Georgia, el 25% , afirma la prensa estadounidense.
Así las cosas, y al no aparecer su milagro económico, DT ha trazado una nueva estrategia propagandística: agrupar a sus dos demonios en el término Beijing Biden riéndose de la inteligencia de su audiencia infantilizada, que deberían preguntarle:
-¿Por qué, con una población cuatro veces mayor, China tiene menos muertes y contagiados que EEUU?
-¿Por qué hay escasez en kits de pruebas médicas y equipos de protección personal en la superpotencia bendecida por Dios, según su Constitución, mientras la China atea los está exportando al mundo, y de paso gana miles de millones de euros?
-¿Qué pasó con el America first para pasarse a América es primero en número de fallecidos y contagiados del mundo?
¿Votar a Trump o a Biden?
El intervencionismo militar ha sido uno de los pilares de la política exterior de los presidentes demócratas, que no de los aislacionistas republicanos. Aunque son los Bush quienes tienen la fama de ser presidentes de guerra, ha sido el demócrata Barack Obama un presidente en guerra por lanzar acciones militares contra Siria, Libia, Yemen, Irak, Afganistán, Pakistán y Somalia. Por lo que, en las elecciones anteriores, los chinos, al igual que muchas otras naciones, temerosas a una siniestra y belicista Hillary Clinton, lejos de aplicar el conservador refrán de «más vale malo conocido que bueno por conocer», apostaron por el candidato no-Hillary.
Debido a su principio de no interferir en los asuntos internos de otros Estados, la política oficial china es no respaldar a ninguno de los candidatos de EEUU, aunque lógicamente han discutido sobre cuál de los dos beneficiará a los intereses de China. Veamos:
En favor de Trump, por:
- Su enfoque de «EEUU primero» y su retirada (relativa) del mundo le abre a China la posibilidad de expandir más y mejor su influencia por el globo. DT iba a rescatar a su país del hundimiento, pero lo ha empujado hacia un mortal precipicio.
- La peculiar personalidad del presidente que ha dañado el prestigio de EEUU en el mundo, ni qué decir los puntos que pierde si se le comprara con el Sr. XI. Cualquier alternativa al impresentable DT mejorará la posición del país occidental en el mundo.
- Cuatro años más de DT pueden acelerar el ascenso global de China, dirigido por el Partido Comunista, que en la última década ha tenido un crecimiento económico de un promedio del 11% anual, posee en su caja fuerte un billón de dólares, y ha hecho de la cooperación entre los Estados la clave de su éxito, frente a un EEUU y sus ataques militares que convierten en ceniza a millones de personas, consideradas Untermensch, subhumano o daños colaterales.
- JB podrá rehacer las alianzas destrozadas por DT con los europeos, para juntos hacer un frente unido contra China.
En favor de Biden, por:
- El apoyo del exvicepresidente a la concesión a China del estatus comercial de la nación más favorecida en 2001.
- Liderar un gobierno fuerte, cohesionado y previsible, no practicar la «expulsión de ministros» como un deporte y por tener en cuenta las demandas sociales. A China no le interesa un EEUU inestable.
- A pesar de que JB, con el fin de neutralizar las acusaciones de Trump que le tacha de «débil ante China», ha endurecido su discurso contra este país, e incluso llamó «matón» al presidente Xi por detener a los manifestantes en Hong Kong (algunos llevaban la bandera de EEUU), el candidato demócrata es consciente de que ese clima no beneficia a los intereses de EEUU e incluso puede provocar una reacción seria por parte de Pekín. Miles de empresas estadounidenses hacen negocios en China y decenas de miles de ciudadanos chinos estudian y trabajan en EEUU.
- JB tendrá que bajar su tono antichino: ha recibido fuertes críticas por parte de los migrantes y ciudadanos de origen chino (que son alrededor de cinco millones), que le han pedido «dejar de usar esta retórica xenófoba» en sus campañas.
- Con DT, las relaciones sinoestadounidenses están en uno de los peores momentos en décadas. JB es consciente de que la única alternativa a la retirada de EEUU de algunas agencias internacionales como Unesco o la OMS es China, y lo evitará.
- Sería más fácil para Pekín llegar a ciertos acuerdos -como el cambio climático, leyes de migración, contener la covid, reducir las armas nucleares, la reforma de la OMC y el TPP-, estando un JB «centrista» en el poder que un aficionado al fascismo como DT, y fácil de manipular por quienes le adulan o le cubren con millones de dólares.
- Biden levantaría las sanciones sobre Irán, abriendo un gran mercado para China, y reduciría la tensión militar en sus fronteras del sur.
- El demócrata podría paralizar el plan Trump-Netanyahu de anexionar más tierras palestinas a Israel, evitando una gran guerra en el estratégico Oriente Próximo.
¿Empieza la guerra contra China?
La OTAN y el complejo industria-armamentística han encontrado en China un pretexto para justificar su razón de ser, ante la falta de ganas de Trump en mantenerlos, y eso a pesar de que Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, afirma que no ve a China «como el nuevo enemigo o un adversario»: pues, el presupuesto de la OTAN es de 984.234 millones de dólares (738.000 millones sólo de EEUU), y el Pentágono obtuvo el apoyo de ambos partidos para su solicitud de 20.000 millones adicionales destinados a las fuerzas del Pacífico mientras que el presupuesto militar de China es de 178.000 millones de dólares. ¿Cuándo los contribuyentes tomaremos la decisión de cerrar el grifo a estas máquinas que matan a nuestros semejantes en nuestro nombre?
Parte de los votos que consiga JB será simplemente el voto de no más Trump, que no un sí a este demócrata ajeno al sufrimiento y las necesidades de decenas de millones de sus compatriotas, a los que pretende llevar a las urnas manipulando sus sentimientos de angustia hacia DT.
Mientras cualquier futuro inquilino de la Casa Blanca tendrá como la principal tarea la gestión del fin de la hegemonía estadounidense, definir su lugar en el nuevo orden multipolar, y entender la naturaleza de este nuevo mundo, China podrá tomar algunas medidas que amenacen la reelección de Donald Trump y así forzarle a algunos acuerdos. Le conoce bien: sabe que para él, por encima de sus supuestos valores, está mantenerse en el poder, aunque fuese firmar la paz con los talibanes o recurrir a algún acto de falsa bandera y presentándose como el presidente de la ley y orden.
Nazanín Armanian
Nazanín Armanian: Escritora y politóloga iraní residente en España. Ha sido profesora de la Universidad Nacional de Educación a Distancia y la Universidad de Barcelona. Ha escrito cerca de una decena de libros sobre política, religión, feminismo y cultura en Medio Oriente.
Comentario sobre artículos de Globalización en nuestra página de Facebook
Conviértase en miembro de Globalización