Resistir la cruzada de Bolsonaro

Un hedor político se instaló como densa niebla en Brasil prefigurando un futuro irrespirable. A las repugnancias pasadas y presentes por la magnitud y extensión de la corrupción de la totalidad del sistema político y empresarial se le sumará la fetidez cadavérica de las promesas de limpieza étnica, vindicta y exterminio que anuncian los vencedores. La nueva atmósfera política ya vino conformando tormentas neofascistas en EEUU y Europa, orientando luego la virazón hacia este sur. Hoy Brasil es el lóbrego escenario donde se cierne esta amenaza.

No pretendo saldar en estas líneas la clásica polémica dilemática sobre el peso de las personalidades en el curso de la historia, o contrariamente su carácter de meros intérpretes -aún involuntarios- de una época y sus leyes económico-sociales. Sólo instalar la hipótesis de que una profunda descomposición de los valores con los que se libra la lucha por el sentido de la vida social, puede sostener a este inédito y pestilente binomio de energúmenos que se alzaron con la victoria en la primera vuelta. Y si tal hipótesis puede siquiera ser incluida en una ristra de causalidades potenciales, resulta imposible eludir las responsabilidades de izquierdas y progresismos para detener la putrefacción moral y la resignación de la que se nutre esta escoria humana candidateada.

El dolor ante la decadencia de buena parte de los progresismos latinoamericanos del S. XXI no debería debilitar la resistencia ante el creciente reforzamiento de la barbarie, pero menos aún eclipsar las interrogaciones, el despliegue de la más amplia mirada crítica y de la búsqueda de renovados lenguajes emancipatorios. El rearme teórico, programático, político e ideológico sólo podrá provenir de la ejecución de esta enorme tarea colectiva. Resulta empíricamente incontrastable la débil consistencia o, si se prefiere, sustentabilidad de las conquistas sociales y de derechos alcanzados en diversos países sudamericanos en años recientes. Su sola medida ya invita a escrupulosas revisiones de nuestras certezas.

Por caso, la de la simplona asociación entre la mejor distribución de la riqueza y el rédito electoral. Dilma Rousseff, pocos días antes de ser absurda e injustamente destituida por un golpe parlamentario encomendó a una de sus ministras la realización de una encuesta entre las mujeres que participaban del programa “Bolsa Familia”. Como comenta el sociólogo Pablo Gentili en el diario “El País” de Madrid, más del 90% de ellas reconoció que su vida había mejorado mucho o muchísimo. Pero luego al interrogar por las razones, una proporción mínima lo atribuyó a la acción de gobierno. Un contundente 80% sostuvo que fue “gracias a Dios”.

No parece casual que uno de los componentes de la alianza social que sostiene a estos exmilitares sean los poderosos e influyentes grupos religiosos brasileños. Ni tampoco las propias FF.AA, particularmente luego del protagonismo que ya insinuaron desde la ofensiva contra Dilma y Lula y del abandono del hálito nacionaloide que ostentaron, para realinearse con los EEUU desde la asunción de Trump. La lista de exabruptos de estos nuevos cruzados es suficientemente conocida. Los profieren desde los viejos pilares de la bestialidad: la biblia y la espada. Sin embargo, es indispensable el uso del prefijo neo para diferenciar al histórico fascismo de estas variantes contemporáneas por su carácter neoliberal. Inclusive rechazando la sinceridad e incorrección política de Bolsonaro y Mourâo, la alianza se sella por arriba con las élites banqueras, industriales y terratenientes, ya despojadas de toda pretensión nacionalista. Cuando en un acto anticiparon que el ministro de economía sería el ultraortodoxo monetarista Paulo Guedes, Bolsonaro manifestó no entender de economía, “pero hay un pasaje de la Biblia que dice que Dios no llama a los capacitados. ¡Capacita a los elegidos!”. Al día siguiente de la elección, la bolsa tuvo record de negociaciones y subió 4%, mientras el dólar bajó 2% apreciando el real. Con la divulgación de encuestas ya lo venía haciendo, particularmente apalancada por la suba del 19% en las acciones de la fábrica Taurus de revólveres.

La propuesta política por la que opta mayoritariamente la sociedad desprotegida, tanto de la inclemente criminalidad cuanto del avasallamiento de derechos otrora conquistados, no es otra que la autodefensa, un “sálvese quien pueda” con cierta ayuda de fuerzas militares o paramilitares.

El fracaso del PT en la utilización de la maquinaria política heredada como si fuera neutra, su convivencia acrítica con la religiosidad popular y su incapacidad de organización territorial merecen ser tenidos muy en cuenta por las fuerzas progresistas que aún puedan defenderse del avance de las derechas o reconquistar el poder. Como concluyó el filósofo Michael Onfray luego de analizar la Biblia, el Corán y la Torá, cristianismo, islamismo y judaísmo tienen en común el odio a las mujeres, la ciencia, la inteligencia y el pensamiento racional.

En estas dos semanas deberán tejer la más amplia alianza imaginable y la más dura contraofensiva ideológica en el intento de impedir el apocalíptico destino previsible. No sólo allí. Creo necesaria la construcción de un frente único internacional antifascista, al modo en que la III internacional lo formuló en 1935. Claro que ahora despojado de estalinismo.

De lo contrario, esta cruzada será en nombre de Dios, armas en mano y pleno dominio del capital. ¿Para qué más?

Emilio Cafassi

Emilio Cafassi: Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires.

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