Quien haya asistido este 19 de julio a la Plaza de la Fe en Managua, pudo constatar que Nicaragua es un pueblo vivo, un pueblo vibrante que respira paz, prosperidad y cifra sus esperanzas en un proyecto cristiano, socialista y solidario.
Hace 38 años los guerrilleros del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) entraban a la ciudad fusil en mano tras poner fin a décadas de dictadura. Comenzaba así una nueva etapa de cambios trascendentales en el país.
Hoy, en ese mismo escenario, cientos de miles de nicaragüenses se congregaron -llegados desde todos los rincones del país- para acompañar a su presidente Daniel Ortega y celebrar, más que una efeméride patria, la restitución de derechos y la construcción de un proyecto genuino que se cimenta en la unidad de un pueblo, otrora marginado.
‘Cuánta alegría. Donde hay alegría hay amor, donde hay amor hay solidaridad, donde hay solidaridad hay dignidad, hay justicia, y este es un pueblo que a lo largo de la historia ha sabido defender con dignidad sus derechos’, afirmó Ortega ante una multitudinaria concentración que dejó claro que éste era un acto de reafirmación.
Razones muchas, pero sobre todo el derecho de vivir en paz y edificar, desde la soberanía e independencia, una alternativa viable de desarrollo inclusivo, que muestra resultados tangibles reconocidos por propios y extraños.
Presidentes, funcionarios de gobierno, personalidades y amigos de todas las latitudes invitados a la conmemoración exteriorizaron su admiración por lo alcanzado en Nicaragua, que de ser uno de los países más pobres del mundo, hoy se encuentra entre los de mayor crecimiento económico, más seguros y estables de la región.
La reducción de la pobreza y la extrema pobreza con programas alimentarios de gran calado, viviendas dignas, créditos, entrega de títulos de propiedad, apoyo al sector agropecuario, a las inversiones extranjeras directas y el desarrollo de energías renovables y de infraestructura, así como la solidez financiera y transparencia judicial, son apenas algunos objetivos estratégicos que ha potenciado el sandinismo desde el gobierno.
Por ello no es de extrañar que en Nicaragua la unidad por bien común se forje sobre la base de alianzas y consensos entre los diversos sectores de la sociedad, en el entendido de que solo el esfuerzo mancomunado es capaz de trazar un sendero de porvenir y prosperidad.
Nicaragua está de fiesta. Celebra, sonríe. Tiene motivos más que suficientes. Las banderas rojinegras del FSLN ondean junto a la enseña nacional azul y blanca y otros pabellones de América Latina y el Caribe. No obstante, queda mucho camino por andar y la continuidad de lo alcanzado con tanto sacrificio, sangre y sudor se cifra en la juventud.
‘Tenemos que mantener esta cohesión, esta gran unidad nacional independientemente de amenazas, independientemente de aquellas actitudes que intentan sembrar la cizaña. Aquí la cizaña la arrancó el pueblo y la continuará arrancando el pueblo con su trabajo, con su estudio, con su dedicación’, dijo Ortega a su pueblo.
‘Esta juventud que ya está haciendo historia, esta juventud que ya está relevando la conducción de este proceso revolucionario. Ya tenemos una nueva generación en pie de lucha por la paz, por el trabajo, que es la juventud nicaragüense’, aseveró.
Llueve sobre Managua. El calor sofocante amaina. Se da paso a otro día. La esperanza sigue en pie.
Alberto Corona
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