Rusia y Estados Unidos: La guerra diplomática

Uno de los propósitos concretos de la diplomacia es evitar la guerra, pero es precisamente a través de ella que transcurre hoy el conflicto entre Rusia y Estados Unidos.

La expulsión de 38 diplomáticos rusos y sus familiares el pasado 29 de diciembre por la entonces administración de Barack Obama abrió un largo y complicado camino de confrontación entre Washington y Moscú, sin augurios de mejoría.

A ello se unió la confiscación de dos casas de descanso de la misión diplomática rusa en la nación norteña, adquiridas hace varias décadas.

El Kremlin y la Casa Blanca intercambian ahora salvas de medidas punitivas que, como casi siempre pasa en estos casos, se originaron en Estados Unidos.

Rusia esperó casi seis meses para tomar la decisión de exigir el recorte del personal diplomático norteamericano en esta nación de unos mil 300 a 455, la misma cifra que oficialmente mantiene en territorio norteamericano.

Aunque ello fue una respuesta tardía a la medida anunciada por la Casa Blanca en diciembre último, en espera de que la administración de Donald Trump enmendara ese paso, la decisión coincidió con la aprobación en el Congreso estadounidense de un nuevo paquete de sanciones contra Moscú.

En esa ocasión, las restricciones tocaron un punto sensible de la economía rusa como lo es el sector energético, al establecer límites para las inversiones norteamericanas y de terceros países en la referida rama.

La medida fue aprobada como parte de un paquete de castigos, en el cual se incluía a Irán y la República Popular Democrática de Corea (RPDC), al parecer, entre los blancos predilectos de la política exterior de Trump.

El argumento en el caso de Rusia es uno de los menos probados por Estados Unidos y sus medios de prensa: supuestamente Moscú espió o empleó hackers para entrometerse en los asuntos internos y la política del país norteño, algo que Rusia niega tajantemente.

Aún así, a la decisión rusa de buscar una paridad entre el contingente diplomático de ambos estados, Washington respondió con el registro y eventual confiscación del inmueble del consulado ruso en San Francisco, California.

La seguridad norteamericana estableció, además, un control y escolta del movimiento de los funcionarios rusos dentro de la referida instalación, en violación de las normas de la Convención de Viena de 1961 sobre la actividad, inmunidad y relaciones diplomáticas.

Como afirmó recientemente la vocera de la Cancillería, María Zajarova, las normas de inmunidad diplomática son respetadas en tiempos de conflicto y ruptura de relaciones entre los estados y ayudan a establecer la cooperación necesaria, estimó.

Al violar tales normas básicas, Estados Unidos pone en peligro su respeto en todo el orbe, estimó la portavoz.

El actuar de la administración de Trump parece responder a los que, como afirmó aquí la prensa rusa, decidió el complejo militar industrial y la comunidad de inteligencia: Rusia es el enemigo del momento.

De hecho, en la creación de esa imagen parecen abrirse otros escenarios de guerra mediática, además del de presentar a Rusia como el espía de los gobiernos occidentales o el verdugo del pueblo sirio. Ahora también sería un patrocinador del programa nuclear de la RPDC.

El diario británico Telegraph especula que algunos políticos británicos, en especial, los parlamentarios, expresaron su sospecha de la posible implicación de Teherán en el desarrollo de la tecnología para situar ojivas nucleares en misiles de Pyongyang.

Telegraph señala que la responsabilidad también caería sobre el Kremlin. Así de remota fue la primera acusación contra Rusia sobre su injerencia, mediante hackers, en la política interna norteamericana y, sin embargo, ese argumento ahora justifica sanciones.

En medio del éxito del ejército sirio, con el apoyo de la aviación rusa para combatir al movimiento terrorista Estado Islámico, Occidente, al parecer, busca un nuevo enemigo creíble para justificar gastos militares, estiman expertos locales.

La controversia diplomática se presenta, más bien, como solo una parte de un proceso que parece restituir las condiciones de los tiempos de la Guerra Fría entre Rusia y Estados Unidos.

Antonio Rondón García

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