¿Se acaba la paciencia China?

Al contrario de lo que piensa el vulgo de la izquierda latinoamericana, el partido de las guerras y las agresiones internacionales de Estados Unidos es el Partido Demócrata y no el Partido Republicano

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Estados Unidos, como todo el mundo sabe, es gobernado por lo que allá llaman el Deep State: el Estado profundo. Eso es un conjunto de Lobbies: grupos de presión muy ricos donde está representada Wall Street, el Complejo Militar-industrial, los dueños de cadenas de medios (tipo Murdoch), AIPAC, y otros intereses permanentes.

Ese Deep State es el que en realidad gobierna a los Estados Unidos; por ello no importa quien gane las elecciones; porque la política va ser la misma. Para dar la ilusión de un cambio le cambian la raza o el género al Presidente. Obama fue el presidente negro, decían, cuando en realidad era un mulato: madre blanca y padre negro. Como dice Lampedusa en el Gattopardo Hay que cambiar algo, para que todo siga igual.

Para el Deep State, Trump era un Presidente incómodo porque a veces aspiraba a tomar decisiones.

Para devolverlo a la realidad, en esas ocasiones le armaban en la prensa un escándalo artificial y sin fundamento del tipo Russiagate. Como Trump sabía la influencia de Netanyahu en la prensa y el Congreso americanos; poco después hacía una concesión a Netanyahu, como: mudar la Embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén y el escándalo de inmediato se calmaba. El Deep State es amigo de las guerras, porque las guerras y las crisis que amenazan la paz son buen pretexto para obligar a los satélites de Estados Unidos (OTAN & Co.) a comprar armas Made in USA.

Trump decepcionó al Deep State porque no inició guerras, por lo tanto, era malo para el único negocio grande de exportación de los Estados Unidos. Por eso, el poder judicial americano miró hacia otro lado, después de las elecciones, cuando Trump presentó pruebas de un evidente fraude electoral a favor de Biden. Biden fue Vicepresidente de Obama y está afiliado a la Banda de los Clinton cuyo fervor por las agresiones militares está garantizado por una larga y consistente experiencia.

Al contrario de lo que piensa el vulgo de la izquierda latinoamericana, el partido de las guerras y las agresiones internacionales de Estados Unidos es el Partido Demócrata y no el Partido Republicano al que repugnan las guerras porque son onerosas y les preocupa no los muertos o la destrucción, sino el equilibrio fiscal.

Hace poco tuvo lugar en Anchorage, Alaska, el primer encuentro entre China y Estados Unidos, desde que Biden es presidente.

Ambas delegaciones encabezadas por los jefes de las diplomacias respectivas: la Delegación norteamericana por el Secretario de Estado Blinken y la de China por su Ministro de Relaciones Exteriores Wang Yi y alto diplomático Yung Viechi.

La entrevista se desarrolló en modo contrario a las buenas costumbres diplomáticas, que recomiendan comenzar el diálogo conversando primero sobre los puntos en que las posiciones están más cercanas. Los Estados Unidos no respetó esa norma. Con su sólita prepotencia, Blinken comenzó a recitar la letanía de quejas sobre la conducción de asuntos internos de China: Hong Kong, Taiwán, Xinjiang y los uigures, como supuestas violaciones de normas de Derecho Internacional establecido por las Naciones Unidas. Tal vez olvidó que una norma básica de la ONU es la no intervención en los asuntos internos de otros países.

Yung le respondió tajantemente que Estados Unidos no está en condiciones de sermonear a nadie sobre violación de normas internacionales. Hace apenas 18 años, con pretextos inaceptables, bombardeó e invadió a Irak donde aún mantiene sus tropas de ocupación.

Hace apenas 11 años, sin otra justificación que la de proteger una insurrección jihadista, junto con sus cómplices de la OTAN, bombardeo y destruyó a Libia; el país más próspero y pacífico de África. Desde entonces, sus agentes no cesan de sembrar allí el caos y la muerte; luego financió, entrenó y equipó grupos de fanáticos salafistas reclutados por Arabia Saudita, protegiéndolos porque, aunque mataban civiles y los usaban como escudos, eran terroristas moderados porque sólo querían derrocar el gobierno legal de Siria, el gobierno de Assad. Estados Unidos es el único país del mundo que tiene dos categorías de terroristas: terroristas malos y terroristas moderados. Habrá que ver si los muertos en Siria por los terroristas moderados están menos muertos que los muertos por los otros. Los muertos de los moderados en Siria y la destrucción de la infraestructura civil de Siria se justifican porque suceden con la santa intención de debilitar el gobierno de Assad. A estos terroristas, la OTAN los protege con ataques misilísticos ilegales contra bases del ejército árabe del gobierno legítimo de Siria.

Es poco usual que China sea tan áspera y directa con sus adversarios. El encuentro de Anchorage sólo sirvió para demostrar algo que ya sabíamos; que el hecho de que Biden esté en la Casa Blanca no cambia nada en cuanto a esperar un comportamiento más respetuoso de los asuntos internos de otros países por parte de Estados Unidos. Si se piensa bien, el arteriosclerótico Biden va a ser más peligroso que Trump para la paz mundial.

China parece haberlo entendido así, porque después de Anchorage, Yang salió directo a reunirse con Lavrov. Muy probablemente para hablar de una alianza política y militar que rebaje la pretenciosa agresividad de los Estados Unidos.

Es muy indicativo del humor en China y de que a China se le agota la paciencia, que el día 21 de marzo una numerosa formación de aviones de guerra de Beijing sobrevoló a lo largo y ancho el espacio aéreo de Taiwan, en abierto desafío a las pretensiones de Estados Unidos, y que Estados Unidos se haya quedado mudo.

Tanto Rusia como China parecen haber entendido que Estados Unidos confunde cortesía y prudencia con debilidad y falta de determinación.

Por eso, creo que si el gobierno de Venezuela desea el respeto de Estados Unidos y quiere entrar en el juego geopolítico mundial debiera comenzar conversaciones con China o Rusia para que monten una base misilística en el archipiélago de las Aves. Se verá entonces como se ablanda Washington en su comportamiento con Venezuela o su eventual socio; porque el sistema defensivo de Estados Unidos es anticuado. Su sistema de defensa está previsto para un ataque soviético proveniente del Ártico con mísiles balísticos.

Ahora, no tienen nada para protegerse de un ataque con modernos misiles crucero hipersónicos de largo alcance provenientes del sur.

Sólo una amenaza existente y real puede hacer recapacitar al Deep State que gobierna en Estados Unidos. Los matones son arrogantes mientras no se sientan amenazados cuando tienen miedo que lo son, se vuelven dóciles.

Eso lo entendió bien Nikita Kruschev, quien a cambio de quitar unos mísiles que no estaban en Cuba algunas semanas antes, aún sin desembalarlos, obligó a que el gobierno de Washington se comprometiera a “mantener el Status Quo en Cuba”; esto es a dejar al gobierno de Fidel Castro en el poder. Esa es la realidad de lo que pasó; aunque ni a Washington ni a La Habana les convenga admitirlo.

Umberto Mazzei

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