Solidaridad con el pueblo palestino
En el Día Internacional en Solidaridad con el Pueblo Palestino, hace mucho tiempo, en este país, parece estarse dando una distopìa, que es una «utopía perversa donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal».
Por ejemplo, en Jerusalén, se estaría produciendo una operación de limpieza étnica cuyo uno de sus últimos episodios sería la proyectada expulsión forzosa de los habitantes palestinos del barrio de Sheikh Jarrah y su ocupación por colonos israelíes.
Este artículo no pretende entrar en la polémica sobre los derechos de Israel o los derechos del pueblo palestino, sino poner en el tapete las atrocidades contra éste último, en este sentido, la Cuarta Comisión de la Asamblea General de la ONU adoptó el pasado 14 de noviembre de 2022, el proyecto de resolución de Palestina, para solicitar una opinión consultiva legal de la Corte Internacional de Justicia, sobre la naturaleza de la existencia de la ocupación colonial israelí en el territorio del Estado de Palestina, incluida Jerusalén.
Mientras tanto, el pueblo palestino sufre el auténtico genocidio, al que le somete los gobiernos israelíes. Noten que hablamos del Pueblo Palestino y el Estado (los gobiernos israelíes).
Históricamente, los que en 1967 representaban casi el 98% de la población total (el pueblo palestino), y su sustitución por colonos judíos que ya alcanzarían el 55% de la población de Jerusalén en el 2021.
A su vez, desde 1948, las vidas de la población de Palestina han pasado por situaciones críticas y convulsas, situación que últimamente ha recrudecido la represión y las muertes.
Conocemos que la Comisión Internacional Independiente de Investigación de Naciones Unidas sobre el Territorio Palestino Ocupado, que incluye Jerusalén Occidental, determina que la ocupación israelí en Palestina es ilegal, señalando, hay «motivos razonables» para alcanzar la conclusión de que la ocupación israelí, vulnera las normas internacionales. Han transcurrido setenta y cuatro años desde el comienzo de este trágico conflicto.
Lamentablemente, se sigue cometiendo un genocidio implacable contra los palestinos, contra niños, mujeres y adultos mayores. Ha transcurrido demasiado tiempo desde la ocupación ilegal e impunidad; uso desproporcionado de la violencia, traslado forzoso de personas, confiscación de tierras, destrucción de hogares y castigo colectivo; la tragedia no cesa.
Nosotros cristianos y revolucionarios fieles a la denuncia ante los atropellos a los más débiles, deseamos expresar, que cualquier teología o pastoral comprometida, debe priorizar que la tarea primordial debe ser, la atención y el cuidado de los dolores y las aspiraciones de pueblos oprimidos y comunidades menospreciadas.
En este sentido, la dolorosa situación del pueblo palestino, obliga a cuestionar ciertos cruciales e ineludibles asuntos teológicos.
Un asunto teológico a revisar creemos es, el tema del «pueblo escogido» por Dios, que ha sido un dilema teológico clásico. El teólogo Luis Rivera-Pagán señala: «El riesgoso concepto de «pueblo de Dios», por consiguiente, nada tiene que ver con una alegada descendencia genética. Refiere, más bien, a la lectura de los tiempos en una hermenéutica profética de opresión y liberación».
El otro tema teológico es, ver a Jerusalén como la ciudad santa. Y es que, a través de su extensa historia, Jerusalén ha sido simultáneamente bendecida y maldecida por el reclamo que las tres grandes religiones abrahánicas monoteístas, hacen de ella como ciudad sagrada.
Rivera-Pagàn, en este tema nos ayuda enfatizando: «La sacralidad atribuida a varios lugares en Palestina, Jerusalén en primer rango, ha sido causa funesta de interminables conflictos violentos y sangrientos. ¿Tenemos acaso, ese es el reto que agudamente plantea la teología palestina, los recursos intelectuales y espirituales para reconfigurar este debate de manera que el concepto de “tierra santa” sea punto de partida, no para la “guerra santa”, sino para el diálogo, el entendimiento y la solidaridad entre las tres grandes religiones monoteístas que comparten memorias y escrituras sagradas? De la respuesta a esa pregunta crucial depende en buena medida el destino feliz o infortunado de los diversos pueblos que habitan los valles y colinas de Palestina y quizá incluso la paz mundial».
Finalmente, deseamos concluir este tema, espinoso para muchos/as que, nosotros anuente con la teología de la liberación, subrayamos el camino del arduo, pero deseable y necesario vínculo entre justicia y reconciliación, denuncia profética y esfuerzos pacificadores, recuperación de la historia de agravios y el perdón sanador de la memoria de dos pueblos: Israel y Palestina.
Creemos en el enfoque de Isaías (Isaías. 65: 21-23), de una nueva creación, libre de violencia y devastación bélica, un mundo en el que las comunidades en conflicto, en este caso palestinos e israelíes, «edificarán casas y las habitarán; plantarán viñas y comerán de su fruto. No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma… No trabajarán en vano ni darán a luz para maldición».
Estamos seguros que, este es el sueño del pueblo palestino y el pueblo israelí, un sueño de paz y reconciliación, también un anhelo de otros pueblos, reconociendo que ambos pueblos tienen que sanar las heridas históricas y recurrentes del holocausto judío y la catástrofe palestina.
José A. Amesty R.
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