Supervivencia: El trance de los peces

Recuerdo un día especial de mi niñez, mis padres nos llevaron a conocer el mar, ruidoso e imponente. En ese  lugar, Mehuin, una caleta de pescadores con su gran playa adyacente colmada de peces y mariscos; tanta abundancia que los pescadores vendían y hasta regalaban peces o mariscos como yapa. Nadie se imaginaba en esos tiempos que esa opulencia que el mar, en el sur, nos brindaba podía desaparecer en el futuro.  Aquel escenario de abundancia en esos mares del sur también se daba   aquí en Canadá; los mares del norte del continente americano eran igualmente generosos y prolíficos aún cuando explotados intensamente -en sus costas sobre el océano Pacífico y sobre el Atlántico. Ya a finales de los años 60 se anunciaba que aquel exceso de explotación del Atlántico Norteamericano ocasionaría un futuro cercano de inminente colapso de gran parte de la industria pesquera, anuncio que no vino a cumplirse sino hasta finales de la década de los  años 80.  

La historia  de la pesca en el Atlántico Norte canadiense está identificada particularmente con la captura del bacalao del Atlántico, o Gadus morhua, especie que se ha explotado en esta zona por más de 400 años, en primer lugar por los invasores europeos y luego por la industria canadiense propiamente. El bacalao ha servido, además, de alimento estacional por miles de años a los aborígenes de estas tierras.  Hoy, con estricta vigilancia de las aguas, no se pesca sino entre el 1 ó 2 por ciento del bacalao que se pescara en los años 70. Hoy las posibilidades de recuperación del ecosistema que incluye al Gadus morhua son muy limitadas, lo que no sólo tiene serias consecuencias económicas sino que afecta y limita la dieta de millones de seres humanos.

Al otro lado de Canadá, en las costas sobre el océano Pacífico, otro colapso de recursos del mar ya se vislumbra, se trata del colapso del salmón del Pacífico que es tan relevante como el colapso del bacalao del Atlántico. Además, hay que agregar, que el salmón del Atlántico, que es una sola especie, también importante está prácticamente exterminado. En el caso del salmón del Pacifico, hay que notar que este ha estado presente en las costas del Pacífico en Norteamérica por lo menos por siete millones de años, datos que sabemos gracias a las investigaciones sobre fósiles de dientes de salmones encontrados en el área. Estos peces  han brindado una riqueza extraordinaria a la cadena alimenticia, no sólo de tantos animales sino de los seres humanos. Además, estos peces han cumplido con un importante papel de enriquecimiento nutritivo de ríos y arroyos, ellos acarrean nitrógeno y otros nutrientes desde el océano a los ríos y arroyos cuando vuelven a desovar y terminan allí su ciclo de vida. Por miles de años  los aborígenes que habitaron las costas del Pacífico canadiense se nutrieron del salmón que además les sirvió de imagen de identificación cultural. Desde 1829 los europeos que se adueñaron de estas costas  explotaron el salmón en forma industrial, una industria basada en la captura de las cinco especies de salmones existentes -el Chinook, el Chum, el Coho, el Pink y el Sockeye.

Los salmones  nacen en los ríos y arroyos pero viven su vida adulta  en el océano, luego alcanzado un momento determinado de madurez, emprenden su viaje de retorno y recorren miles de kilómetros sin detenerse, ni siquiera para alimentarse, sobreviviendo gracias a sus reservas grasas, llegando a las costas reconociendo donde tienen que continuar esta travesía y emprenden su viaje contra la corriente en ríos y arroyos hasta llegar al lugar donde nacieron, allí se reproducen y mueren. Es emocionante ver el esfuerzo que hacen por volver al lugar de origen, es un viaje dificultoso, y las dificultades aumentan cada año porque las condiciones ambientales empeoran. Algunos científicos creen que los salmones, al igual que las tortugas, usan un mapa magnético para encontrar sus lugares de nacimiento. Uno de cada mil sobrevive, y cumple su misión natural de reproducción. La migración del salmón es una jornada natural para los salmones pero no deja de ser la más impresionante del reino animal.

El salmón Sockeye (Salmón Rojo) es el segundo más pequeño  y una de las especies que más precupa debido a su valor comercial y de rentabilidad  de conserveras, pero todos los salmones del Pacífico parecen tener el mismo destino de declive y amenaza de extinción. Fuera de la sobre explotación pesquera los salmones sufren por el cambio climático, como muchas otras especies del mar. Los océanos se han contaminado y las aguas superficiales donde el salmòn viaja son más templadas, además las malas condiciones del medio ambiente para el salmón aunmenta su  riesgo de enfermedades, debido al  calentamiento de los océanos existe una epidemia de piojos del mar, parásitos que afectan tanto a los salmones silvestres como a los de acuacultura. La acuacultura misma colabora en la contaminación de las aguas.

Para 1936  más de 30 millones de salmones Sockeye intentaban entrar al rio Fraser, en la ciudad de Vancouver en  Canadá, pero para los años 70 y 80 su captura aumentó tanto debido a la mayor capacidad de la industria, que hizo evidente en los años 90 su marcado declive. Cada año menos salmones retornaban a su lugar de origen, en el año 2010 se dio un fenómeno y un  alto número de salmones Sockeye retornò ese año. Muchos declararon con cierto optimismo la recuperación de la especie, algunos depredadores neoliberales aprovecharon a desacreditar a quienes protegían la especie y la naturaleza. Para el 2011 los números de retorno eran nuevamente bajos y asi desde entonces. Para el año 2016 el número de salmones Sockeye retornando a su origen era apenas 900.000, el más bajo de la historia desde que se tiene detalle numérico y menos de un 3 por ciento de 80 años antes.

David Suzuki, uno de los científicos canadienses que más ha dedicado esfuerzo al estudio y protección de los salmones, y también de otras especies animales y su entorno geográfico, dice: “ Los salmones silvestres o naturales son resistentes y han sobrevivido edades de hielo y otros desafios durante millones de años. Han sobrevivido que pavimentáramos sus aguas. Han sobrevivido los tóxicos que hemos vertido en su medio ambiente. La pregunta es, ¿Acaso pueden –y los ecosistemas que dependen de ellos- sobrevivir el cambio climático, los criaderos de salmones y todos los otros estreses que los humanos le hemos impuesto?” Quizás la respuesta es muy desgarradora para responderla apresuradamente.

La industria de la pesca de peces, molúscos y crustáceos en Canadá continúa deteriorándose  aunque las langostas del Atlántico se hayan convertido en un mejor negocio estos últimos tiempos debido a su nuevo mercado en Asia. La existencia misma de esta industria depende de asignaciones de lugares y tiempos de pesca por parte del gobierno canadiense. Si este aceptara las demandas y condiciones que exigen muchos pescadores de dejar libre la captura de la langosta, sin duda esta desaparecería para siempre en una sola temporada intensiva. Según el Ministerio de Pesca y Océanos del Gobierno Federal de Canadá hay 18.504 embarcaciones registradas para pescar en todas las aguas del país, se sabe que muchas de estas embarcaciones no trabajan. Se capturan 870.000 toneladas métricas de especies del mar y lagos al año, por un valor aproximado de 2300 millones de dólares; esto genera empleos como sigue: 45.904 en captura comercial, 2.980 en acuacultura y 33.034 en preparación de productos del mar y envasados.

El futuro de las especies del mar en Norteamérica interesa mayormente por el volumen de riqueza que genera, como alimento no es de la preferencia ni de los habitantes de las costas, sólo una minoría los consume habitualmente, el resto de los habitantes en Canadá, igual que en Gran Bretaña, consumen pescado solamente frito (pasado por harina y huevo) o en latas de conservas, consumen también algunos moluscos de criaderos (mejillones y ostras) y ocasionalmente salmòn de criadero a pesar de su mala reputación (muchas organizaciones ambientalistas y científicos los declarar un alimento nocivo venga de donde venga).

Algunos años atrás la revista científica Science publicó un artículo que decía que la pesca comercial y las especies del mar podían colapsar totalmente para el año 2048, algunos opinan que estamos incluso mas cerca de ese colapso. Según las Naciones Unidas muchas zonas costeras del mundo son zonas muertas, debido a la falta de oxígeno causado por la polución con excesivos nutrientes resultantes de las actividades humanas. Estas zonas muertas van en aumento en forma alarmante: en 1970 eran unas 50 zonas pero para el 2010 eran más de 500, muchas de ellas localizadas en costas de Estados Unidos y del Norte de Europa. Esta misma organización ha dicho que el 80 por ciento de la existencia de las especies marinas están completamente explotadas o son sobre explotadas.

Existen estudios, reportes científicos y advertencias sobre la necesidad de tomar medidas para proteger las especies del mar, incluso la prohibición de toda actividad pesquera a nivel mundial por un número de años, pero en la mayor parte de los casos ya es incluso muy tarde para esto. No hay duda que el paradigma de la civilización, y su insistente modernidad que asume un nivel muy alto de recursos,  es dominante y ha sido secuestrada por un puñado de ambiciosos con mucho poder y por sus súbditos políticos que hacen complices a millones de seres humanos.  Una civilización que muestra su total incapacidad de proteger la naturaleza, olvida su origen y su hogar, no puede sobrevivir, quizás ni lo merece.

 

Mario R Fernández

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