Trump: También contra la ciencia

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El embate de Donald Trump contra los migrantes mexicanos –a los que está deportando sin importar sus condiciones, el tiempo que hayan estado viviendo y trabajando en Estados Unidos, con hijos ciudadanos estadunidenses y sin haber tenido ningún evento con la justicia de ese país– se añade ahora la posibilidad de que los llamados dreamers, es decir, aquellos jóvenes que llegaron de pequeños con sus padres indocumentados, pero que se encuentran estudiando, puedan verse también afectados con la deportación, a pesar de estar protegidos por la orden ejecutiva de Barack Obama bajo la ley DACA. De hecho, tres de ellos han sufrido la deportación.

Pero ahora, en la medida en que muchas de sus propuestas han sido un fracaso, Trump dirige su atención hacia las visas H1B, las que, según su criterio, afectan a los trabajadores estadunidenses, pues se privilegia a los extranjeros calificados a los que se les paga menos. Vuelve a enarbolar el lema comprar estadunidense y contratar estadunidenses y traer de vuelta los empleos para los estadunidenses. Estas visas a lo largo del tiempo han ido incrementando su número hasta alcanzar actualmente 85 mil por año. Lo que Trump busca con la orden ejecutiva es endurecer y controlar la asignación de esas visas para otorgar esos puestos de trabajo a los estadunidenses. Pero cuestionar el funcionamiento de las visas H1B que se otorgan a profesionistas calificados y que son esenciales para la industria tecnológica en Estados Unidos, no sólo es problemático para las empresas que dependen de ellas, sino que no toma en cuenta las condiciones que las promueven. Y de entrada 2 mil 500 mexicanos altamente calificados podrían verse afectados.

Lo que Donald Trump olvida, pues así conviene a sus dichos y a sus propuestas fantasiosas, es que, por un lado, el desempleo en esos niveles profesionales es muy bajo, 3.7 por ciento, a diferencia del que se presenta a escala nacional, que es de 4.8 por ciento. Es decir, sí hay escasez de este tipo de trabajadores a pesar de las visas H1B, pues las ocupaciones denominadas STEM no pueden llenar sus vacantes por falta de contingentes internos con las habilidades requeridas.

Por otro lado, en este nivel no hay diferencias salariales entre extranjeros y nativos; por el contrario, en algunas áreas hay una pequeña diferencia en favor de los migrantes. La mayoría de los países desarrollados y algunos emergentes, están cambiando y flexibilizando sus políticas migratorias para poder captar ese recurso humano, en la medida en que es insuficiente internamente y escaso a escala mundial, pero central para el desarrollo de los procesos de la revolución tecnológica. Esto explicaría por qué se habla de una competencia mundial por los talentos. Sin embargo, si en verdad Trump revierte la tendencia y pone en peligro la captación de profesionistas extranjeros, entonces veremos otros escenarios.

Un escenario posible es que Estados Unidos dejaría de ser el principal receptor del talento mundial. De acuerdo con un estudio del Banco Mundial, Estados Unidos concentra por sí solo a 50 por ciento de los migrantes calificados que viven en los países de la OCDE y a un tercio de los migrantes calificados a escala global. Por tanto, con Trump se pondría un freno a sus procesos de innovación tecnológica, disminuyendo el liderazgo en estas áreas además de dificultar su transición hacia la cuarta revolución industrial.

El otro escenario tiene que ver con la necesidad de calificar a su población en las profesiones exigidas para estas industrias y de esta forma llenar las vacantes. Trump no toma en cuenta que esta carencia de calificación generó en gran parte el desempleo en las áreas que lo apoyaron, no sólo fue el outsourcing. Sin embargo, una de las dificultades estructurales para generar los recursos humanos calificados suficientes en cantidad y en tiempo es la baja tasa de fecundidad que se encuentra por debajo del nivel de remplazo, 1.89 hijos por mujer en edad fértil, un gran obstáculo para suplir a los migrantes de las visas H1B.

Si a esto se agrega que el sector de investigación científica y tecnológica sufrió un recorte cercano a 10.5 por ciento, lo que significa que potencialmente se reduzca su presupuesto en 31 mil millones de dólares para el Instituto Nacional de Salud, así como 7 mil millones a la Fundación Nacional de Ciencia, 5 mil millones a la Oficina de Ciencia del Departamento de energía, así como la disminución en las partidas orientadas al financiamiento de diversos programas civiles de investigación científica, quedaría claro que a la administración Trump no le interesa la ciencia, pero sí la industria bélica, cuyo presupuesto para el gasto militar se incrementó en 54 mil millones de dólares.

Ana María Aragonés

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