Trump y el trumpismo: Entre “crisis orgánica” y fascismo neoliberal

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Lo que ocurrió el día 6 de enero por la tarde en Washington, en la sede del Congreso de los Estados Unidos del Norte America en Capitol Hill, es probablemente el primer acto de una tragedia anunciada desde hace mucho tiempo.

En resumen, la noticia nos habla de miles de simpatizantes del presidente saliente Donald Trump, quienes se apresuraron a hacer un verdadero llamado a las armas “The Donald”, que ya había hecho hace pocas semanas, cuando declaró que le habían robado el resultado electoral.

La manifestación, sin embargo, reavivada por declaraciones irresponsables del expresidente, ha degenerado hasta el punto de que los “trumpianos”, que no son meros partidarios del Partido Republicano, del Gran Partido Viejo – como se llama en jerga al Partido Republicano – sino de una mitad de población estadounidense de una América profunda y olvidada por las élites y las finanzas, que ha estado abrigando la ira social durante décadas, se convirtió inmediatamente en un verdadero ataque a la sede del Congreso, donde se estaba produciendo la ratificación oficial de la legitimidad para gobernar del nuevo presidente que eligió a Joe Biden.

Resultado: decenas de detenciones y heridos, incluso muy graves, una manifestante asesinada por un disparo de bala, explotado por la policía que defendía al Congreso o quizás por fuego amigo, el toque de queda decretado inmediatamente después por Nancy Pelosi y la intervención de la Guardia Nacional en apoyo a las fuerzas policiales “ordinarias” que lograron retener a los manifestantes con extrema dificultad. Otras tres muertes se produjeron entonces en las inmediaciones del Congreso, tras la intervención de la misma Guardia Nacional.

Los seguidores de Trump, ayudados por milicias armadas de extrema derecha, entre estas los “Proud Boys” ( de los que traté en mi artículo Trump: la lucha electoral es armada para Contralinea del 25 de octubre de 2020), han logrado entrar armados al edificio del Congreso. Fuentes confiables informan que tuvieron que asegurar los resultados electorales, que buscaban en un intento de contaminar la evidencia de la legitimidad de la elección. Las mismas fuentes incluso hablan de dos bombas desactivadas.

Estás son las noticias más claras, pero el hecho en sí plantea una serie de interrogantes que socavan un modelo, un modelo que siempre ha sido anunciado como “el mayor ejemplo de democracia en el planeta” y que evidentemente no es así, destacando ipso facto la “crisis orgánica”, no solo del imperialismo estadounidense, sino también de las democracias occidentales y por ende, aquel mito de una así mal llamada modernidad capitalista-burguesa que ya en su momento el pensador sardo Antonio Gramsci en sus Cuadernos de la cárcel, al analizar críticamente las dos formas occidentales de querer solucionar esa “crisis orgánica”, había evidenciado: el “americanismo y fordismo” por un lado, en la Unión americana, y el fascismo histórico con Benito Mussolini en Europa. Ambos proyectos representaron la debacle de un modelo imposible que reformar, el sistema capitalista.

Los grandes medios estadounidenses, siempre muy listos a promover golpes de Estado, revoluciones de colores, primaveras árabes y guerras de saqueo, han hablado de “insurrections”, un término que traducimos en idioma castellano como “insurrección”, “revuelta “, cuando en realidad para los estadounidenses significa la destrucción de las condiciones democráticas.

Los medios mainstream, se han vuelto locos en simples analogías con los golpes de Estado orquestados por la CIA y el Pentágono, pero esta America profunda es parte del pueblo (alrededor del 50%, en las encuestas), que ha votado por un líder que considera su propio salvador y que refleja esa “revolución pasiva”, ese “nuevo cesarismo”, al que habla justamente Gramsci en sus Cuadernos, y que trato en mi artículo Posmodernismo, posverdad y nuevos cesarismos: La contraofensiva populista de los medios de comunicación y que se ha publicado para el Centro de Investigación sobre la Globalización el pasado 18 de noviembre de 2020.

Más, hasta ahora las Fuerzas Armadas parecen excluidas de la participación en el creciente conflicto político-social, aunque algunos no pueden dejar de recordar cómo las fuerzas del desorden en Estados Unidos utilizan métodos pocos ortodoxos para gestionar las manifestaciones del movimiento Antifa o del Black Live Matters: el modelo es tolerancia cero, por cierto.

Estos manifestantes, en cambio, lograron ingresar a una sede del Gobierno, incluso ocupar las oficinas de los congresistas, por primera vez en la historia del País se exhibieron armas en el interior de la principal sede del poder político, el Congreso, con la clara ayuda de no pocos oficiales de la policía desplegada para defender el edificio.

Finalmente hay que comprender lo que ha sucedido: o este es el suicidio de una “democracia” que de pronto resulta muy frágil, el clásico gigante con pies de barro, o el carisma de un “nuevo César” – parafraseando una vez más a Gramsci – como Donald Trump ha cruzado una frontera, se ha desbordado en esa America profunda que tanto hablo en mi artículo del 6 de noviembre de 2020, Las elecciones en Estados Unidos: Entre guerra civil y crisis del dólar para Global Research.

Otras manifestaciones, de hecho, durante la noche estadounidense tuvieron lugar en Atlanta, Georgia, donde el secretario de Estado, el republicano Brad Raffensperger, fue evacuado en una extrema emergencia de su lugar de trabajo. Lo mismo sucedió en Phoenix, en Santa Fè y también en la infame Salem, donde se dice que las así mal llamadas “brujas” (¡las brujas no existen!) fueron quemadas por última vez. Finalmente, en el Estado de Virginia se declaró el Estado de emergencia.

Por tanto, fue una iniciativa a gran escala, sobre gran parte del territorio nacional, con algo parecido a un “comando central” que recoge y concretiza el mensaje de Trump, de acuerdo a lo que refiero en mi ya mencionado artículo para Contralinea del 25 de octubre. No un arrebato local de ira por una derrota electoral, tampoco se trata únicamente de la concentración de esta ira solo en la capital, sino que la lucha electoral de Trump y su movimiento se ha vuelto guerra política, estrategia de la tensión.

Pero el desborde del “pensamiento trumpista” va mucho más allá de las fronteras de los Estados Unidos del Norte América.

Hace algún tiempo, en mi artículo sobre ¿Quién ganará las elecciones en Estados Unidos? para el Centro de Investigación sobre la Globalización del 3 de noviembre, advertía sobre los peligros del “trumpismo”, mucho más peligroso que el “waspismo”, claramente de origen anglosajón y mucho menos “exportable”, incluso en la “vieja Europa”.

Los hechos que sucedieron el 6 de enero en Washington podrían ser presagios de algo más.

Todos los signos están ahí, especialmente en las sociedades capitalistas occidentales, donde la pandemia de Covid-19 golpea y continúa golpeando con fuerza, dividiendo a los pueblos y estratos sociales cada vez más empobrecidos, hacia una dictadura viral-digital, con toda su evidente necrópolitica y bio-poder de unos Estados-naciones siempre más domesticados a los intereses tecnócratas de un Estado profundo, de un fascismo neoliberal en pleno auge imperial.

Pero mantengamos el rumbo y en EE. UU.

Donald Trump ha sido llamado alternativamente un mitómano, que sufre de monomanía como el Capitán Ahab, un negacionista, un amigo cercano y financiador de las sectas evangélicas. Sí, probablemente también sea eso, pero eso no es todo.

Por el momento parece ser el creador de un mundo paralelo al real, un mundo algo parecido al que describe Philip Roth en su famosa novela “El complot contra América”: sus seguidores no usan máscaras anti-covid porque el virus no existe y fue creado en un laboratorio por el ejército chino; la prensa y las televisiones distribuyen sólo “noticias falsas”, no algunas, todos los periódicos (durante el ataque al Capitolio, la estación de Associated Press fue destruida); las elecciones fueron un fraude, negando incluso las pruebas de su propio Partido republicano que siempre ha declarado lo contrario.

Este es su desafío, su Mein Kampf, la transformación del mundo real, sueño o pesadilla ya anhelado por otros en el corto siglo; hacia una revolución pasiva 2.0. Solo en la misma década de 1920, pero hace cien años; y tal desafío no conoce fronteras nacionales, y esto es un peligro.

¿Cómo planea Trump ese plan inclinado?

Una hipótesis podría ser aprovechar de sus seguidores en el Partido Republicano, que no son la mayoría pero tampoco son pocos; fortalecer las relaciones con algunos sectores del Partido Libertario, que ganarían visibilidad, y mantener viva la estrecha colaboración con un lumpen-proletariat, que es por cierto la base social de los grupos de extrema derecha que siempre le han sido leales y que son su vanguardia de fuego.

Una especie de “tercera posición” de la extrema derecha neofascista, para abreviar y que trato en mi libro Desde la estrategia de la tensión a la operación Cóndor.

Como corolario, Nancy Pelosi, nuevamente elegida presidenta del Congreso, retomó el trabajo interrumpido en Capitol Hill luego de que los parlamentarios fueran evacuados por los servicios secretos. El vicepresidente Mike Pence revela que la intervención de la Guardia Nacional la autorizó él mismo luego de la negación de Trump, abriendo efectivamente la posibilidad de que se invoque la Enmienda 25, lo que equivaldría a eliminar de inmediato “El caballo desbocado”, que luego podría ser procesado a través el “impeachment” por poner en peligro al País.

Hace unos días Enrique Tarrio, líder de los Proud Boys, (de origen cubano, ferozmente anticastrista) detenido por posesión de armas antes de la manifestación pro-Trump, soltó que “hay quienes piensan que una vez que Trump estará fuera de la Casa Blanca, todo se acabará. No entienden que Trump ya no es una persona, sino el representante de un movimiento”.

Y el “The Donald en respuesta a los acontecimientos del pasado 6 de enero anuncia otro día pro domo el día de la toma de posesión de Joe Biden, el 20 de enero. En un tweet emitido a última hora de la noche, hora de Washington DC, antes que su perfil fuera bloqueado por instigación a la guerra civil, nos invita a “recordar este día para siempre”.

Habrá sorpresas a partir de ahora, lo vengo diciendo desde luego: el trumpismo, como movimiento de esa America profunda, que evidentemente no encuentra grande simpatía en el Partido transversal presente entre los demócratas y republicanos, reflejo de aquel Estado profundo que se presenta sin ninguna máscara alguna, con sus mayores representantes y defensores del establishment, Mike Pence, Joe Biden, Kamala Harris, Barack Obama, Hilary Clinton, la familia Bush, Ramsey, Cheney, con sus drones y ejércitos secretos de la CIA, con sus “primaveras árabes” y “revoluciones de colores”, con sus guerra sin límites y proyectos imperiales para un nuevo orden a mando estadounidense. No, el conflicto institucional en Estados Unidos, no solo no tiene precedentes, si no que también puede tener repercusiones hasta a nivel internacional y en la economía y finanza mundial.

Si este conflicto llegará a unos niveles de una guerra civil inesperada, las repercusiones en un breve tiempo serían muy dolorosas, no solo por la moneda nacional estadounidense, el Dólar, sino también en las economías nacionales en todo el mundo. Estamos frente a una crisis financiera nunca antes vivida y aun no sabemos su gravedad y magnitud.

Alessandro Pagani

Alessandro Pagani: Historiador y escritor; doctorante en Teoría Crítica y Psicoanálisis en el Instituto de Estudios Criticos de México; autor del libro Desde la estrategia de la tensión a la operación cóndor; colabora con el Centro de Investigación sobre la Globalización (Global Research).

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