Ucrania, el otro episodio

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Poco parece haber durado el entusiasmo que hace un año llevó a Volodymyr Zelensky a la presidencia de Ucrania. El favor otorgado entonces tuvo, entre fuertes factores, dos esenciales: su fama como protagonista de un personaje que actuaba en provecho de las necesidades de la población y, con no menor importancia, debido al rechazo suscitado por Piotor Porshenko y su corrupto mandato. La población, por supuesto, buscaba mesuras y soluciones en todos los ámbitos pues las dificultades en la economía y la vitriólica situación del Dombás, pesan sobre el país.

En esta oportunidad, no ocurrió como el pasado año. El domingo 25 de octubre, el partido del mandatario no recibió similar favor ciudadano. Salvo en dos grandes ciudades de las nueve mayores, la formación Servidor del Pueblo, perdió la primera posición y, se colige, pasa a tercer puesto nacional. Ni una alcaldía fue a dar a manos de los representantes oficialistas. Duro golpe luego de haber recibido abrumadora suma en las presidenciales primero y en las legislativas del 2019 después.

La pérdida de popularidad de Zelensky y el séquito administrativo o el legislativo acompañante, fue decayendo en los meses trascurridos ante la falta de resultados o el asomo de soluciones a lo más perentorio. Ni se introdujeron cambios importantes en la economía, ni el dilema separatista tuvo el dinamismo prometido en  campaña. Claro, todo tiene explicación.

También, y entre lo más irritante para el ciudadano corriente, tampoco tiene visos de ser erradicada la gigantesca corrupción. La importancia concedida a ese acápite, arrastrado del anterior gobierno, se aprecia con el 81% de los electores en respaldando la oferta de imponerle cadena perpetua a los casos más graves. Ese resultado se obtuvo a través de un grupo de preguntas adicionales, no vinculantes, es de señalar, añadidas por Zeleinsky para aprovechar la jornada electoral, buscando explorar el criterio de los ucranianos y como constancia de su intento de re sintonizar con las bases sociales, recordando las promesas previas a su acceso al poder.

En estas elecciones municipales, combinadas con preguntas sobre temas perceptibles, aparte de la relacionada con la corrupción, se inquirió con respecto al número de escaños que debe tener el Parlamento. Criterios ya maduros impugnan la elevada cifra de curules distribuidos, esencialmente, entre representantes o miembros de la oligarquía, influyendo en cuanto se decide y no en favor de la población.  El 95%de los votantes estimó apropiado disminuir la cantidad de  esos asientos en la Rada Suprema.

Con respecto al Memorando de Budapest (sobre el estatuto no nuclear de Ucrania) el 78% abogó por revisar su contenido.Ese acuerdo firmado en la capital húngara en diciembre del 2014, fue concebido para la adhesión de Ucrania al Tratado de No Proliferación Nuclear y la garantía de los firmantes con la seguridad de la ex república soviética. Estados Unidos (William Clinton), el Reino Unido (John Major), la Federación de Rusia, (Borís Yeltsin)  y la propia Ucrania (Leonid Kuchma) suscribieron el documento luego sancionado por otros garantes (China y Francia). El pacto no recibió la aprobación absoluta entre políticos y franjas civiles. Unos por convencimiento individual legítimo, otros bajo influjo y propaganda de las clases altas y sectores ideológicos de no probada honradez. De ahí el apremio para revisarlo.

Otro aspecto emparentado con la problemática interna se consigna en la encuesta destinada a ratificar o darle nulidad a la llamada Fórmula Steinmeier, propuesta en el 2015 por el presidente alemán, en un intento de darle alivio o solución al conflicto entre el gobierno central y las regiones Lugansk/Donetsk.

En la cumbre convocada el pasado año por el Formato de Normandía (Alemania, Francia, Ucrania y Rusia), colectivo creado para propiciar impulso y cumplimiento a los Acuerdos de Minsk, sobre la guerra interna entre la zona este-oriental y el resto de Ucrania, Zelenskiconvino en aplicar la receta germana de referencia. Eso le provocó fuertes críticas de sus opositores aunque contribuir a desatar los nudos del conflicto estuviera de modo señalado entre sus promesas de campaña.

En su empeño por concretar el compromiso, Zelenskise proponía, pero no se lo permitieron, darle vía a comicios en las autoproclamadas repúblicas autónomas para la misma fecha que las locales recién efectuadas. Se hubiera cumplido de ese modo con el punto 9 de lo pactado en dos momentos en la capital bielorrusa (2014 y 2015) y con el visto bueno del cuarteto de Normandía. El presidente  afirmó, en diciembre del 2019,  que trabajaría para que los comicios del entonces lejano octubre del 2020, se efectuaran  en todo el territorio, incluido el Donbás.

En suma, según los citados acuerdos, Kiev debía promulgar una resolución para las áreas secesionistas dándole un estatus especial -de vigencia  transitoria- otorgando un relativo albedrío a las áreas cismáticas y permitir a los ciudadanos de ese auto independizado 3% del territorio nacional, sufragar junto con todas las formaciones políticas ucranias restantes.

El proyecto fue avalado también por la Organización para la Seguridad y Cooperación de Europa (OSCE) y se pensaba invitar al evento a otros observadores internacionales.

Aunque los Acuerdos de Minsk también contemplaban en su punto 9 la celebración de las susodichas elecciones, como paso inicial en el camino para solventar la crisis, la ultraderecha neonazi y paramilitar no lo acepta y calificaron de concesiones al Kremlin los exiguos arreglos obtenidos por Zelensy, quien diera inicio a su ejercicio ejecutivo pactando un intercambio de prisioneros con Rusia, un paso de avance en el empeño de Moscú y Kiev para cesar la rivalidad con la zona insurrecta y conducirla hacia algún tipo de arreglo pacífico.

A tono con tal propósito, en julio recién pasado, Vladimir Putin y el presidente ucraniano sostuvieron un diálogo telefónico, y entre lo ajustado por ambos  estuvo viabilizar la prometida ley para un autogobierno en las regiones insubordinadas.

Los radicales ucranianos y los muy interesados en mantener situaciones turbias aprovechables para conservar el foco de atención en beneficio propio, impidieron el progreso de la peripecia esbozada hace tres meses que, como se explica, estaba amparada por varias naciones de peso. El vidrioso escenario, junto con las penurias internas, parece haber influido en el catastrófico saldo en urnas de un gobierno prematuramente desgastado.

Solo el 27% de los empadronados emitió su voto para renovar o mantener alcaldías y otras autoridades de región, ciudades o enclaves del ámbito rural. La pronunciada abstención rompió el record establecido un año atrás, cuando la participación en las presidenciales fue del 35,94%, la menor registrada hasta entonces.

La nueva merma expresa ausencia de fe en el gobierno o -no se debe excluir- plasma el miedo a las fuerzas internas contrarias a una normalidad que les devolvería a las cavernas. Se impuso, parece, la certeza de la mayoría de que nada cambiará en tanto prevalezcan hechos y presiones sobre los ámbitos de decisión, obviamente copados por el oportunismo y los extremistas.

Observadores de la región  auguran un adelanto electoral próximo o legislativas anticipadas,  en busca de nuevo gobierno. Tanto peso le conceden al resultado de marras. Cierta ¿ingenuidad política? hizo que Zelensky publicara en las vísperas, una nota en su cuenta de Facebook, planteando: “A diferencia de algunos de nuestros vecinos, tenemos este gran lujo de organizar elecciones libres”.

En este momento debe estar dudando de sus  percepciones y la falsa certeza de que mantenía mucho del favor obtenido en abril del 2019 cuando con el 73,22% de las boletas frente al 24,45% de Porochenko, fue elegido jefe de estado.

El 2020 va cerrando con un gran cúmulo de incertidumbres, sin concluir el drama multivalente provocado por la COVID-19, y conflictos purulentos en varios puntos del planeta. No tiene, tampoco en este caso, un amable porvenir por delante.

Elsa Claro

Elsa Claro: Periodista cubana especializada en temas internacionales.

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