Un Brasil espectacular, el de Jair Bolsonaro
Brasil se mostró un país modelo en el enfrentamiento de la pandemia de Covid-19. La distribución masiva de inmunizantes lo sitúa en segundo lugar entre las naciones. Existen, por cierto, problemas en la economía. El precio de los combustibles aumentó, presionando una inflación preocupante.
Pero si se compara el cuadro brasileño con el de países de Europa, por ejemplo, es fácil constatar que nuestra situación es mucho mejor.
Aumentos
Si en Brasil la gasolina aumentó 70 por ciento en los últimos seis meses, en Inglaterra el precio se multiplicó por tres. Y si aquí el gas experimentó una suba que ronda a los 60 por ciento, en Alemania creció más que el doble.
Hay imágenes de personas revolviendo tachos de basura buscando restos de comida, e igualmente preocupantes son las escenas de gente buscando huesos, patas y cuello de pollo antes que sean tiradas en las carnicerías.
Pero todo eso es culpa exclusiva de gobernadores y alcaldes que han adherido a la absurda decisión de cerrar todo para dar combate a la pandemia.
Y peor: el gobierno nacional se vio impedido de forzarlos a mantener todo funcionando gracias a una decisión abusiva e inconstitucional del Supremo Tribunal Federal.
Absurdos
Hay absurdos evidentes, como la determinación del uso de mascarillas, que la ciencia ya comprobó que son inútiles. De la misma forma, es inconcebible que se exija el “pasaporte de vacuna”, o sea, la gente para frecuentar determinados lugares son obligados a demostrar que se vacunaron. ¿Dónde está el derecho constitucional de libertad para ir y venir? Además, las vacunas son experimentales, su eficacia no está comprobada e investigaciones científicas indican que pueden causar serios daños colaterales.
Pues pese a todo eso, y gracias al empeño del gobierno nacional, el país se encuentra en situación privilegiada, cuando se compara con lo que se ve por el mundo.
Ningún otro mandatario en cualquier país se empeñó más que el brasileño para asegurar el bienestar de su pueblo e impedir que la economía entrase en turbulencia.
Así el ultraderechista mandatario brasileño Jair Bolsonaro (foto) define la situación vivida en Brasil.
Lo más impresionante es que lo dice y reitera diariamente, y sin sonrojarse. Esa insistencia hizo con que sus disparates ya no causen tanto impacto, limitando su efecto al grupo de seguidores más radicales y fanáticos, que acorde a los sondeos rondan el 15 por ciento de la población.
Es de una facilidad olímpica contestar cada una de sus mentiras absurdas, cuando no delirantes.
Muchos medios de comunicación lo hacen. Y con eso reciben violentas críticas (cuando no amenazas) en las redes sociales controladas por seguidores del presidente.
«Injusticias»
Bolsonaro no deja de quejarse de las injusticias que padece por parte de los medios, adversarios políticos y de “muchas otras instancias”. No las nombra ni aclara cuáles son, pero es evidente que se refiere a las instancias superiores de Justicia.
Pues la semana pasada sufrió la más dura, contundente y peligrosa de las injusticias: la Comisión de Investigación instalada en el Senado para tratar las causas que llevaron al escenario tenebroso de la pandemia lo acusó de haber cometido nada menos que nueve crímenes. Entre otros, crimen contra la humanidad.
A lo largo de seis meses los integrantes de la Comisión levantaron pruebas incontestables de los absurdos cometidos por la demencial irresponsabilidad de Bolsonaro y de su gobierno. Destacaron, entre otros puntos, estudios de investigadores, científicos y médicos que señalan que las iniciativas del gobierno, como forzar el uso de medicamentos ineficaces y retrasar la compra y distribución de vacunas, causaron al menos la mitad de las 608 mil víctimas fatales de la pandemia en Brasil.
La Comisión no tiene poder para punir, pero denunció Bolsonaro, sus hijos que actúan en política, cuatro ministros de su gobierno y a un montón de ex funcionarios.
Desgaste
El presidente y sus ministros, además de un senador y cinco diputados, integran el informe final entregado a la Fiscalía General de la República y al Supremo Tribunal Federal. Los demás van a la justicia común.
Puede que no pase nada al mandatario desvariado. Pero es otra ola de desgaste, y fuertísima, para la ya tan desgastada imagen de Bolsonaro y de su gobierno.
Además, quedó claro de toda claridad que, a partir de las denuncias, quedan abiertas de par en par las puertas de los tribunales cuando termine su mandato presidencial y él pierda sus fueros.
Que así sea.
Eric Nepomuceno
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