Un mundo para la Argentina
La puesta en marcha de las fuerzas productivas estadounidenses gracias a una efectiva acción estatal demarca nuevamente que dicha institución es todavía la herramienta política también en el capitalismo desarrollado amen de la generación in situ de una elevación inflacionaria que puede hacer orillar el indicador en menos de 4 puntos porcentuales pero que sin duda es semejante y acompañado por una devaluación de la moneda global que afectara seguramente los tipos de cambio mundiales y en particular en aquellos países – como la Argentina – donde el color verde marca el ritmo de la economía.
El vigor de ser el principal mercado interno mundial y de la dotación de ingentes recursos naturales y humanos dentro de un proceso industrial – al compás de políticas de fuerte sesgo proteccionista – permitirá recobrar un ciclo económico virtuoso.
Es claro que la rivalidad oriental juega un papel estratégico primordial pero la hegemonía – por ahora – económica del Imperio y su despliegue geopolítico militar alrededor del planeta hace de este espacio el de mayor relevancia.
Los vientos orientales indican que las políticas expansivas externas- léase la Ruta de la Seda y las ingentes inversiones africanas y latinoamericanas -hacen de su motor al interior de su desarrollo interno que ha superado con creces los efectos no deseados de una pandemia que todavía no ha sido resuelta en sitios tan distantes como los europeos como los latinoamericanos.
Mientras que la apuesta de estos dos grandes actores mundiales es un énfasis en la producción y el consumo existe un fenómeno financiero de envergadura que ha capturado la atención de grandes y pequeños con el afán de un lucro especulativo rápido y seguro.
El fenómeno del “bitcoin “es nada más que otra faceta de las anteriores burbujas financieras que después de lograr un punto de inflexión defeccionan en sus cotizaciones de manera abrupta pero que hacen un re direccionamiento del capital hacia la especulación en vez de su locación productiva.
En efecto detentores de capital prefieren ganancias extraordinarias y rápidas sin tener que alojar recursos riesgosos en cuanto a las diatribas del accionar – casi no esperado – de los hombres.
Ese matiz no es nuevo es producto de una recomposición capitalista que abandona la consideración del trabajo como fuente de ingreso y disecciona ese elemento gracias al aporte de las tecnologías convirtiendo a la fábrica de Charles Chaplin en el emporio de las máquinas y los robots.
Es sin duda el desafío del mundo que hacer con esos “sobrantes “laborales que no tendrán cabida en un mundo técnico y cibernético.
¿Qué es lo que veremos en no más de 40 años?
Su vertiginosidad deja atónitos a políticos, sindicalistas y personas relacionadas al mundo de las ideas.
Pensar una Argentina de mediano plazo – no mas de 10 años – necesita retomar los elementos anteriormente señalados para re colar al país dentro de un mundo que avanza y más allá de cualquier pandemia.
La realidad de un mercado interno semi destruido con 45% de pobreza local y millones de argentinos subsidiados por el Estado que apenas alcanzan a cubrir necesidades básicas hacen de la resolución de esta prioridad la punta de lanza de cualquier política.
Lo que está en cuestión es la recuperación del trabajo como eje estructurador de la sociedad y quisiera agregar de la educación y formación que es la que da la calidad necesaria a una joven democracia.
Dichos factores son casi los únicos motores para esa vasta población que oscila entre clases bajas o populares y aquellas todavía medias.
La dotación del país da lugar a una posible recuperación económica tanto interna como de demanda externa donde se debe re ordenar los recursos estatales en favor de estos factores evacuando factores disuasivos como lo es el déficit fiscal que es fuertemente afectado por los ingentes compromisos externos que el país ha suscrito.
Para ello se debe lograr un plan integral creíble en plazos sucesorios con el acuerdo de todos los actores políticos.
Recuerdo esas sabias palabras del General Perón cuando explicaba que la propia generación de trabajo hace subir automáticamente los salarios fenómenos que no afectaban al índice de inflación presente.
El aumento de la masa productiva – para consumo interno y externo – conlleva al aumento del trabajo y de los salarios fundamentos obligados de una sociedad que en tiempos no muy lejanos lo supo conseguir.
Ezequiel Beer
Ezequiel Beer: Geógrafo UBA / Analista Político.
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