Unión Europea, ¿Hay alguien ahí?

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No sabemos si la guerra de Bolton contra Irán prosperará, pero lo que sí sabemos es que la UE “no sabe, no contesta”. Cada crisis internacional nos recuerda la inoperancia del club europeo: la UE no está ni se le espera, y cuando está casi es peor porque, por activa o pasiva, se pone del lado de quienes lanzan las bombas y están empeñados en incendiar nuestro sobrecalentado planeta en una traca final.

La semana pasada, y según su propia versión, Donald Trump ordenó un ataque para castigar a los iraníes por haber derribado uno de sus drones, pero luego dio marcha atrás en el último minuto. Estuvimos, y estamos, coqueteando con una nueva guerra, pero la UE no se da por aludida. Menos mal que celebró el viernes una cumbre en la que se decidió poner la “política exterior” entre los platos fuertes de su “agenda estratégica”…

La Canciller Merkel dijo que durante la cumbre del viernes los “consejeros de política exterior” siguieron atentamente el tema de Irán, pero ellos, los jefes de estado y de gobierno, apenas fueron más allá de balbucear unas palabras sobre la necesidad de una “solución política”. Cuando le preguntaron al Presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, si habría una declaración al respecto, respondió diciendo que no había motivo para emitir un comunicado… Quién se acuerda de que la UE e Irán aún están unidos por un acuerdo firmado en 2015 sobre el que todo el mundo, incluida Theresa May, decía que estaba tan bien y que los iraníes estaban cumpliendo escrupulosamente lo pactado.

Como recordarán, la crisis comenzó cuando gente como John Bolton, que en Estados Unidos lleva una generación intentando agredir militarmente a Irán, consiguieron la retirada unilateral de Estados Unidos de aquel estupendo acuerdo. Pero Estados Unidos no solo se retiró, sino que incrementó sus sanciones contra Irán -que está con el agua al cuello y actualmente exporta cuatro veces menos petróleo que en 2017- y estableció la extraterritorialidad de su legislación amenazando a todas las empresas que se atrevieran a hacer negocios con aquel país. La UE, o mejor dicho sus tres principales potencias (Francia, Alemania y Gran Bretaña), se tomaron su tiempo pero al final acordaron la creación de un “Instrumento de Apoyo a los Intercambios Comerciales” (INSTEX) con miras a eludir las sanciones americanas a través del control de Washington del sistema financiero y bancario internacional. Esa era la manera de defender el “legítimo comercio europeo con Irán”, pero las propias empresas europeas no se fiaron demasiado de tan gallardo gesto, lo identificaron enseguida como un tigre de papel y salieron en estampida del jugoso mercado iraní.

En mayo el Presidente iraní Hassan Ruhani estableció un plazo de 60 días para que los demás firmantes del acuerdo abandonado por Estados Unidos (los europeos más China y Rusia) establecieran medidas efectivas para torear el chantaje de la extraterritorialidad del matón de Washington en materia de exportación de petróleo y actividades bancarias. Ese plazo expira la semana que viene.

Por el lado de INSTEX el asunto no parece ir muy en serio: aunque ha entrado en vigor, sigue sin funcionar y parece que cuando lo haga solo se aplicará al comercio de alimentos y medicinas, pues si fuera a más y afectara a lo que de veras importa, la UE se situaría en conflicto abierto con Estados Unidos, algo impensable.

No sólo no va a ocurrir, sino que, por ejemplo Gran Bretaña va a enviar un grupo militar al Golfo Pérsico para reforzar su pequeña armada, subalterna a la Imperial, allá destacada. El ministerio de exteriores británico ha sido el primero en suscribir la versión americana de que fueron los iraníes quienes atacaron el 13 de junio un petrolero en aguas del Golfo. “Apelamos urgentemente a Irán a cesar toda actividad desestabilizadora”, declaró el ministro de exteriores, Jeremy Hunt. Cuando el líder laborista Jeremy Corbyn se atrevió a poner en duda el asunto y acusó a los americanos de iniciar la escalada de tensiones, los medios de comunicación se le echaron a la yugular.

Las cosas no están mejor en Berlín, donde en la última conferencia de prensa del gobierno parecía entenderse que los iraníes son los responsables de la tensión creada en la región. Mientras tanto, es desde Alemania, desde la base de Ramstein, donde se dirigen los ataques de drones de Estados Unidos que vienen matando gente en medio mundo. Por ese motivo, el sábado habrá una manifestación de protesta en Ramstein.

Los motivos de guerra de Washington siguen pareciendo grotescamente oscuros, tanto en lo relativo a los ataques a los petroleros como en el asunto del dron abatido. El armador japonés de uno de los petroleros insiste en que su barco fue atacado por un “objeto volante”, quizás un dron, y no mediante la colocación de minas en los cascos como afirma la versión americana. Respecto al aparato abatido, Irán dice que fue sobre su territorio, mientras que la administración americana afirma que fue destruido fuera del espacio aéreo. La cuestión cambia poco, pues la práctica internacional establece que cualquier aparato que se acerque al espacio aéreo de un país debe identificarse y si no lo hace puede ser abatido. En Estados Unidos esa “zona de identificación” es de 200 millas (322 kilómetros), con lo que en cualquier caso no parece que los iraníes hicieran algo extraordinario.

Sea como sea, en los propios Estados Unidos la guerra no es particularmente popular. Una encuesta recién divulgada por Hill-HarrisX del pasado fin de semana muestra un 58% de partidarios de evitar un choque militar, de los que el 48% pide “acción diplomática”. Solo un 5% de los americanos se declara a favor de la guerra, con otro 19% partidario de “ataques restringidos”. No será la UE quien complique esta nueva locura, si de verdad llega a armarse.

Rafael Poch

Rafael Poch: Corresponsal en París de La Vanguardia.

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