Venezuela: Guaidó al agua

El 23 de enero se cumplió un año desde que Juan Guaidó se proclamó como presidente de Venezuela. Uno podría esperar que dicho aniversario debiera ser recordado con una gran manifestación de cientos de miles de personas en Caracas. Sin embargo, nada de eso ocurrió, Más bien, 4 días antes de tal histórica fecha él decidió salir del país.

Auto-exiliado

Primero Guaidó fue a Colombia donde se vio con el presidente Iván Duque y el secretario de estado estadounidense Mike Pompeo quienes coordinaban maniobras militares conjuntas. Luego hizo una gira por Europa y Norteamérica en la cual, si bien logró entrevistarse con algunos mandatarios (como el británico Boris Johnson) no logró ser recibido por el presidente español Pedro Sánchez o por el de EEUU Donald Trump.

Dos semanas antes que Guaidó deje Venezuela, el 5 de enero, un buen grupo de parlamentarios antichavistas decidió sacarlo de la presidencia de la Asamblea Nacional, y en la semana que se cumplía el aniversario de su “presidencia”, Guaidó inició una extensa gira internacional.

A pesar que Guaidó no acepta su remoción y que EEUU y la OEA le reconocen como el único mandatario de Venezuela, lo cierto es que él ya no es capaz de movilizar ni muchedumbres ni militares en Venezuela. Su estrella está en declive junto con la del “impeachado” presidente norteamericano que hasta ahora es su principal puntal. ¿Qué ha pasado con él y cómo esto puede afectar a Venezuela y a la región?

Auto-juramentado

Cuando Guaidó se convirtió en la primera persona que se juramentó así mismo como presidente de una democracia del siglo XXI, Donald Trump le reconoció como tal. Ello ocurrió exactamente a los 10 minutos que eso pasó. El inmediato aval de Washington evitó que muchos diputados antichavistas pudiesen cuestionar esa autoproclamación la cual se dio de manera sorpresiva y sin consultar previamente a la asamblea nacional. Todo esto indicaba que quien había instruido tal acción era la mismísima la Casa Blanca.

Poco después una serie de casi 60 naciones le siguieron en tal paso. En esa lista están la mayoría de las repúblicas latinoamericanas, de los miembros de la Unión Europea y de las 5 potencias del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Esto produjo una gran crisis constitucional tanto en su propio país como en el hemisferio. La tensa situación de esta república petrolera pudo desencadenar una guerra civil y continental, además de la primera ocupación militar norteamericana en la historia del continente suramericano.

La OEA después solamente aceptaría como embajador venezolano al designado por Guaidó, mientras que Caracas abiertamente rompió con dicha institución. Por primera vez en las 7 décadas de existencia de este organismo la OEA se quedaba sin contener en su seno a las dos naciones con mayor costa en el Caribe (Cuba y Venezuela) y, lo más grave, es que reconocía como a uno de sus integrantes a un gobierno que no ejercía control sobre su propio territorio y que no tenía ministerios pero si embajadores.

Una de las fuerzas iniciales que tuvo Guaidó fue su capacidad de movilizar gente. The Economist – la revista más completa en lengua inglesa – llegó a decir que él llegó a sacar a un millón de venezolanos a las calles y le puso en su carátula (cosa que no ha hecho en relación a la mayoría de los mandatarios latinoamericanos).

Sin embargo, Guaidó ya no es capaz siquiera de movilizar a algunos pocos millares para recordar el primer aniversario de su “presidencia” ni para defender su puesto ante lo que él llama un golpe parlamentario que le hicieron en el legislativo para sacarlo de su puesto. Guaidó ya puede llenar plazas ni de atraer al público. Durante más de 365 días él se ha visto incapacitado de tener bajo su control un pedazo del territorio nacional, un cuartel, una comisaría o una dependencia pública en su país.

Carrera

Hasta hace un año atrás Juan Guaidó era un virtual desconocido en el mundo, en su país e incluso en su propio Estado venezolano de Vargas. De repente él se convirtió en el latinoamericano que más portadas llenaba en la prensa internacional.

El 5 de enero del 2019 la Asamblea Nacional nominó unánimemente a Juan Guaidó como su presidente. Dicho cargo se ejercía de manera rotativa y anual. Como en dicho parlamento (que el gobierno ha boicoteado y declara en desacato) se había retirado el chavismo, la Mesa de Unidad Democrática (MUD) detentaba su monopolio.  Esta coalición opositora decidió que cada año la presidencia del legislativo iba a rotar para ser asignada a un representante de cada uno de sus partidos componentes. En el primer periodo de ésta (2016) dicho puesto le correspondió al mayor partido de la oposición (Acción Democrática) y en el cuarto le tocaba al cuarto en importancia (Voluntad Popular). Como en este último todos los 3 primeros líderes no podían ejercer dicho rol el jefe partidario, Leopoldo López, designó a dedo al cuarto en la jerarquía de su organización.

Así Juan Guaidó se convirtió en el presidente de la Asamblea Nacional sin que haya tenido que competir con ninguna otra persona en una elección interna tanto a nivel de su partido o del parlamento.  A pesar de ser el cuarto hombre del cuarto partido del MUD y de ser un desconocido, Guaidó decidió aprovechar su situación de presidente de la asamblea nacional para auto-proclamarse sorpresivamente como presidente de la república.

Se supone que todo mandatario constitucional debe ser electo en las urnas o en una votación parlamentaria. Guaidó, en cambio, anunció que él juraba a la presidencia en una plaza pública sin que previamente la asamblea nacional discutió ese paso y sus implicancias. La decisión, en realidad, había sido tomada previamente por la Casa Blanca quien instruyó a Guaidó a que siguiera el libreto que le confeccionaron. El resto de la oposición antichavista tuvo que se disciplinarse a Washington.

Golpes

El argumento dado por la Asamblea Nacional para desconocer al segundo mandato de Nicolás Maduro como presidente, el cual oficialmente comenzó el 10 de enero del 2019, es que él había ganado las elecciones con fraude.

La oposición antichavista sostenía que Maduro es un tirano que había ilegalmente ordenado que el parlamento fuese condenado por desacato y perdiese sus facultades como poder legislativo. También le acusa de tener colectivos armados y una policía especial que asesina y reprime a opositores.

Lo paradójico es que esa misma oposición sigue teniendo como sus principales aliados al gobierno de Colombia (donde en todo lo que va del 2020 hay un asesinato de un líder social por día), al de Brasil (que reivindica la dictadura militar de 1964-85) y al de EEUU (cuyas tropas han causado la muerte o desplazamiento de millones de personas).

Si la oposición venezolana buscaba reemplazar a Maduro con un gobierno emergido de su parlamento lo democrático es que éste hubiese previamente discutido cuan conveniente hubiese sido el declarar un presidente paralelo y también cómo organizar colectivamente el nuevo gobierno.

Mientras todo presidente jura en su cargo ante otra autoridad y dentro de un edificio histórico, Guaidó juró ante sí mismo, en plena plaza pública y sin haber consultado o informado previamente a la asamblea nacional de lo que iba a hacer.

Como las fuerzas armadas apoyaron a Maduro Guaidó buscó llegar al poder mediante varios intentos armados. Tras fracasar en dividir al ejército y a la policía, el 23 de febrero los grupos de choque de Guaidó quisieron hacer entrar violentamente por la frontera con colombo-venezolana unos camiones con productos traídos por aviones militares norteamericanos. Tras esas derrotas Guaidó demandó una intervención y ocupación bélica extranjeras, sobre todo por parte de EEUU, Colombia y Brasil.   De haberse dado esto último hubiésemos tenido en Sudamérica un escenario peor que el de la guerra de la Triple Alianza que exterminó a la población varonil adulta paraguaya y un conflicto tipo Siria o Libia en medio del Caribe.

Después hubo un segundo intento de magnicidio contra Maduro (el cual resultó en la caída de un helicóptero sobre Caracas y la muerte de todos sus pasajeros); una ola de mega-apagones en los cuales Guaidó instaba a la población a aprovechar éstos para hacer desmanes; y un golpe fallido en Caracas.

Guaidó se convirtió en el primer presidente del hemisferio en el siglo XXI que no ejercía control territorial alguno y que proponía como única manera de llegar a palacio el de impulsar una sangrienta ocupación foránea.

Pugnas

Si bien falló en todos sus objetivos, Guaidó sí logró apoderarse de miles de millones de dólares en recursos. Washington confiscó a CITGO, la petrolera estatal venezolana. Londres retuvo el oro venezolano depositado en el Banco de Inglaterra.

Durante 12 meses Guaidó se vio incapaz de ejercer el poder real mientras que contra él salpicaban numerosas denuncias de asociados suyos en sentido que él y que sus allegados se estaban apropiando de millones de dólares. Ante esto y los efectos de la crisis desatada por el bloqueo económico implementado por Trump es que numerosos diputados opositores se rebelaron.

A diferencia del círculo más allegado a Guaidó y a Washington que se enriquecían, muchos de estos parlamentarios antichavistas no recibían parte de esa repartija y veían como la economía de su país se deterioraba y la emigración se catapultaba.

Este descontento generó una rebelión de una treintena de diputados de distintos partidos opositores. Cuando el 5 de enero le tocaba a la Asamblea Nacional elegir a su nuevo presidente anual estos antichavistas disidentes fueron apoyados por unos 50 parlamentarios oficialistas que en los meses previos se habían reinstalado en la asamblea. Esta nueva alianza dio como resultado una nueva mesa directiva llena de representantes de diferentes partidos antichavistas y presidida por el anti-socialista Luis Parra.

En el pleno que votó ello estuvo la inmensa mayoría de los diputados y Guaidó prefirió no entrar y hacer un juego de imagen. Luego fue a un diario adicto y proclamó su propia nueva junta directiva en la cual él depuró a todos los que antes le habían acompañado en 2019.

Washington ha decidido sancionar a Parra y a todos los integrantes de su nueva directiva parlamentaria. Con ello da a entender que es Trump quien quiere dictar lo que pase en ese país latinoamericano.

Trump plantea que va a recrudecer las sanciones contra Venezuela y demanda continuar el apoyo a Guaidó. No obstante, la legitimidad de su pretendido gobierno cada vez más se desintegra. Por ahora su único sostén es el de los gobiernos aliados al de Trump.

Mientras tanto Maduro se ha cuidado de nunca arrestar al “presidente encargado” y de buscar irlo desacreditando. Pronto ha de llegar el momento en el cual él convoque a elecciones legislativas adelantadas logrando que diversas fuerzas opositoras compitan en éste.

Trump ha fracasado en querer invadir a un país latinoamericano. Ahora no puede ocupar Irán y menos Venezuela. La caída de Guaidó le va afectar en sus intentos a ser reelecto este noviembre.

Isaac Bigio

Isaac Bigio: Analista internacional.

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