Venezuela, una gigantesca alucinación: Vuelve la farsa de la “ayuda humanitaria”

Mirando a Venezuela desde Italia, después de pasar un mes compartiendo la verdadera realidad, parece enfrentarse a una gigantesca alucinación, en la que es imposible distinguir lo verdadero de lo falso. El bombardeo mediático, proveniente de una sola fuente, produce un embotellamiento confuso y repulsivo, una nebulosa de la que emergen simbologías distorsionadas que cambian las cartas sobre la mesa, desorientan y paralizan.

Por supuesto, sería suficiente ver de dónde salen las palabras tales como “Democracia, Libertad, Humanitarismo” para tomar una posición. ¿Qué credibilidad puede tener Trump, cuya xenofobia contra los migrantes incluso mete a los niños en la cárcel cuando asigna ríos de dólares para ayudar a los “migrantes venezolanos”? ¿Qué credibilidad puede tener la Europa que transformó el Mediterráneo en un inmenso cementerio marino? ¿Qué credibilidad pueden tener Macron o Salvini, que reprimen las protestas en sus propios hogares y dejan a los fascistas libres, cuando piden “democracia” en Venezuela? ¿Qué lección puede dar el Parlamento Europeo que atribuye el Premio Sakarov a la libertad de expresión a un nazi declarado como Lorent Saleh?

Sin embargo, el circo funciona. Funciona especialmente cuando, con la hipocresía habitual, cierta izquierda “respetable” no toma abiertamente el lado de Trump, pero ejerce sus distinciones y críticas al legítimo presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. Al hacerlo, la puerta queda abierta a la “solicitud de nuevas elecciones”, es decir, a la negación de todas las instituciones bolivarianas. Incluso en este caso, sería suficiente recordar que el sistema electoral que autentificó el segundo mandato presidencial de Maduro es el mismo que reconoció la victoria de la oposición en las parlamentarias de 2015, y que la solicitud de una Asamblea Nacional Constituyente ha sido durante mucho tiempo un caballo de batalla de esta misma derecha que hoy rechaza la ANC, votada el 30 de julio de 2017 por más de 8 millones de ciudadanos, incluidos los de la oposición.

Los lentes del neocolonialismo, sin embargo, miran solo a un lado, consideran solo un tipo de “democracia”: aquella en la que, desde EEUU hasta Europa, el pueblo vota pero no decide. La “democracia” de quien reclama el papel de juez para evitar ser juzgado, se autoproclama gendarme del mundo para ocultar las violaciones que perpetúa a expensas de los más débiles. ¿Qué estado debería definirse como más “forajido” que el norteamericano? Bastaría con examinar los parámetros a través de los cuales EEUU decide sacar a algunos gobiernos indeseables de la legalidad internacional: pena de muerte, tortura, represión de minorías, injerencia externa, imposición obstinada de injusticia en detrimento de los más débiles, etc. Y, sin embargo, precisamente autoproclamarse juez supremo para sancionar a los “estados canallas”, sirve para imponer una legalidad ficticia y arbitraria, claramente contraria a la letra y al espíritu de las normas del derecho internacional, del derecho humanitario, de los tratados firmados y ratificados…

Una conducta funcional a la gigantesca guerra contra los pobres que el capitalismo lleva al nivel global, también a través de la imposición, concreta y simbólica, del caos. La enorme concentración monopolística de los medios de comunicación, actores reales en las guerras hibridas de nuevo tipo, sirve a este propósito. Pero los principales gendarmes de este nuevo desorden del orden económico mundial son los partidos de las antiguas izquierdas europeas, cuyo cambio gradual hacia el centro ha terminado por hacer coincidir sus objetivos con los del capitalismo. Una tendencia que ha hecho “escuela” también en América Latina, y que lleva, por ejemplo, a Michelle Bachelet, víctima de la dictadura cívico-militar de Chile, exponente del Partido Socialista en el que militaba Allende, a abrazar sin restricciones al joven Nazi Saleh y apoyar a los golpistas venezolanos en nombre de la “democracia”. Lo mismo ocurre con aquellos “demócratas” italianos, listos para ponerse de pie en el Parlamento en la entrada de la “autoproclamada” delegación de Voluntad Popular, un partido de extrema derecha empaquetado para parecer algo “democrático”.

¿Es “democrático” quemar vivos muchachos porque tienen la piel oscura y una camisa roja? ¿Qué hay de “democrático” en la autoproclamación de un Guaidó que nadie ha elegido, en atacar la vida de toda una población dejándola sin agua o robando dinero público en una gigantesca operación de piratería internacional?

Nada, pero para ser legítimo, para evitar cualquier regla de control, basta con estar protegido por quienes imponen las reglas porque se han autoproclamado gendarmes mundiales.

Después de numerosos llamamientos al golpe y tantos fracasos, el autoproclamado minor (Juan Guaido), ha lanzado un nuevo ultimátum para el 6 de abril. La revolución bolivariana ha respondido como de costumbre: mostrando el “arma” principal que tiene, el pueblo organizado y consciente, decidido a resistir y a vencer pero sin caer en provocaciones. “Somos una revolución pacífica pero armada”, recordó siempre Chávez.

Y las armas en este momento también son las de la respuesta tecnológica, para rechazar el ataque electromagnético, negado por la campaña de los medios de guerra que acepta su existencia solo cuando la administración de los Estados Unidos se queja que fue golpeada por este tipo de ataque.

En los planes del Pentágono, debe establecerse un estado paralelo en Venezuela, en el modelo sirio: con o sin respaldo internacional. El títere Guaidó, que está tratando de obtener el consentimiento de traidores antiguos y nuevos, incluso en el área de aquellos “críticos-críticos” que les gustan tanto a los “demócratas formalistas” italianos y europeos, debe cumplir con este propósito. Y cuando ya no sirve, se buscarán otro.

Para ocultar la intervención militar externa, el pretexto de la llamada “ayuda humanitaria” vuelve a aparecer. Para Francesco Rocca, presidente de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, será “una operación sin precedentes, muy similar a lo que está sucediendo en Siria”. El plan, acordado con la Conferencia Episcopal Venezolana (un verdadero partido político, desplegado abiertamente a favor de la extrema derecha), con los Estados Unidos y – según Roca – con el autoproclamado “presidente interino”, ha sido presentado por el autoproclamado como un fracaso del gobierno bolivariano, que por el contrario nunca ha cambiado de opinión sobre el tema. “Si eso ayuda para que la locura de esta gente se le vaya del cerebro y entre en razón está bien. Eso ha sido así porque el Gobierno Bolivariano lo está permitiendo”, señaló el presidente de la ANC Diosdado Cabello durante la marcha antimperialista en apoyo al gobierno Maduro.

Una nueva operación de propaganda para ocultar, tanto los acuerdos concluidos por el gobierno bolivariano con algunas instituciones de la ONU para comprar alimentos y medicinas por medios legales, rompiendo parcialmente el bloqueo criminal económico-financiero decidido por los EEUU y la UE, como la llegada al país del primer lote de 75 toneladas de medicamentos y material médico-quirúrgico, procedentes de China.

Para Guaidó, a quien la ANC podría quitar la inmunidad parlamentaria a petición del Tribunal Supremo de Justicia, que lo acusa de numerosos delitos y que ya lleva 15 años deshabilitado para todos los cargos políticos, “la ayuda humanitaria ya es un hecho”. Lo mismo que declaró el pasado 23 de febrero. Luego, la derecha había organizado la entrada de paramilitares en la frontera colombiana disfrazándola de “ayuda humanitaria”.

Una operación rechazada por la acción inteligente y organizada del pueblo bolivariano, que el 6 de abril volverá a las calles para apoyar las medidas aprobadas por Maduro. El presidente ha puesto al frente del Ministerio de Electricidad y de la compañía nacional Corpoelec, al ingeniero Igor Gavidia, “un trabajador del sector eléctrico con 25 años de experiencia”. Además, hizo que el Ministerio de Ciencia y Tecnología fuera independiente, designando a otro técnico especializado: Freddy Brito Maestre. Con un decreto, luego reactivó al Estado Mayor de Electricidad, presidido por la Vicepresidenta Delcy Rodríguez y por los gobernadores y protectores de los estados. En este marco, se crea la Secretaría Ejecutiva para la Seguridad del Estado Mayor, dirigida por el Ministro del Interior Justicia y Paz, Néstor Reverol, quien tendrá que “trabajar las 24 horas del día”. Sin descanso y hasta que triunfe la paz.

Geraldina Colotti

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