Xi, Sánchez y las agendas de China y España

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Apostando por la gestión flexible y creativa de las afinidades comunes, la visita del presidente puede contribuir al relanzamiento bilateral y a la recuperación de cierta estabilidad continental y global.

El próximo encuentro entre el presidente Xi Jinping y Pedro Sánchez tiene su miga. De entrada, hay una efeméride que lo podría justificar plenamente: la celebración del cincuenta aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas (1973-2023). Pero para ambas partes, la reunión va más allá de lo estrictamente ceremonial.

Aquí, el presidente Sánchez ha vendido la cita con un doble sesgo. De una parte, supondría un mayor reconocimiento del estatus internacional de España, cada vez más restablecido tras la pérdida de reputación de los años que siguieron a la crisis financiera de 2008. El encuentro en Beijing le convertirá en el primer líder europeo que se reúne con Xi tras su re-re-elección como presidente chino en el conclave parlamentario celebrado este mes de marzo en la capital Beijing. De otra, representa una oportunidad para avanzar en un diálogo que pueda abrir puertas al cese de hostilidades en Ucrania y, quizá, a la apertura de negociaciones de paz, al abrigo de lo que aparenta ser un esfuerzo chino por poner fin a la guerra en medio de un escepticismo occidental generalizado. Del que España también parecía participar, aunque ahora quizá no tanto, a juzgar por algunas declaraciones.

Aún por hilar del todo los efectos del último encuentro Putin-Xi en Moscú, si algo comparten quienes vieron en él la demostración fáctica de una alianza “sin límites” y quienes, por el contrario, exaltan los matices expresados por cada parte, es que China está más decidida a tomar cartas en el asunto con los “12 puntos” como guía orientativa. En esto, el acuerdo es unánime: China muestra más empeño en generar las condiciones para llevar a las partes a comprometerse en unas conversaciones de paz.

Además de esto, Xi, por su parte, probablemente tiene en mente un bosquejo más amplio. Comparte lo ceremonioso del cincuenta aniversario, pero le gustaría que cuajase en un objetivo empírico a futuro: las relaciones económicas pueden y deben mejorar. China pondría de su parte, aseguraría a Sánchez. Beijing es el principal socio económico de Madrid fuera de la UE y España es el quinto de China dentro de la UE. A la tradicional simpatía por España que uno siempre puede apreciar en China, aunque luego no se traduzca en grandes cosas y todo se quede en alabanzas a la potencialidad de los lazos, hay que añadir en el momento presente un dato político que en Beijing no pasa desapercibido: España es el único país de Europa que a día de hoy cuenta en su gobierno con ministros ideológicamente afines. Esto ha generado una atenta diplomacia ad hoc focalizada en diversos niveles, incluido el partidario, y eleva la significación de España en el interés del liderazgo chino.

Por otra parte, Sánchez ha destacado la voluntad de llevar el tema Ucrania a las discusiones bilaterales. No es que España sea, en verdad, un actor especialmente relevante en la crisis. Pero Xi probablemente simpatizaría con esa idea de que España pueda jugar en el futuro inmediato un papel destacado en la búsqueda de una solución política. Y sí, la misma España de la celebración por todo lo alto del 40 aniversario de la OTAN y de los mensajes de Madrid –el llamado Concepto Estratégico- a propósito de una China a cada paso más amenazante, según alocución de Jens Stoltenberg.

A Xi le interesaría establecer un consenso con Sánchez que tenga como fundamento la recuperación y potenciación de las afinidades de años pasados. En 2018, cuando Xi visitó Madrid, se quedó en el tintero. China y España firmaron en 2005 una asociación estratégica integral que reflejaba precisamente la condición de Madrid como socio privilegiado de Beijing en Europa. Esto significaba que ambas partes suscribían una voluntad común de progresar en el diálogo político y en el desarrollo de las relaciones a todos los niveles compartiendo un idéntico pragmatismo. En buena medida, el enrarecimiento de la atmósfera internacional en el último lustro ha congelado este discurso pero sigue impregnando la retórica bilateral.

¿Tres o cuatro tableros?

España y China convergen en un momento de cierta ambición de protagonismo internacional.  En ambos casos, dicha pretensión es manifiesta y no se queda en la mera soflama. Madrid quiere recuperar ese espacio jugando principalmente en tres tableros, el comunitario, el atlántico y el iberoamericano. ¿Puede haber un cuarto tablero? Hoy parece que cualquier aspirante a figurar en el pódium internacional debe tener a China en su agenda.

China, por su parte, va conformando una actividad diplomática digna de un país de su envergadura, apostando por jugar más fuerte en entornos geoestratégicos clave, pasando de mero espectador a firme actuante. Lo hemos podido apreciar en Oriente Medio con el sorprendente arreglo entre Irán y Arabia Saudita. En este contexto, Europa no es un espacio más. Es clave en su diferendo con EEUU y le importa especialmente hacer oír su voz en el concierto comunitario. Y España puede tener un papel. ¿Cuál? Tradicionalmente, España ha defendido en la UE posiciones moderadas y constructivas en la relación con China. Su presidencia rotatoria en Bruselas, en el segundo semestre de este ejercicio, puede jugar un papel idéntico en el relanzamiento y desarrollo activo de las relaciones UE-China, afrontando las diferencias mediante el diálogo soberano e instando una dinámica que impulse la relación China-UE, evitando el estancamiento y/o retroceso que ahora ganan terreno como tendencia dominante.

Esa presidencia rotatoria hispana puede influir en el tono general de la relación UE-China, que algunos gobiernos quieren descapitalizar, anteponiendo las hipotéticas exigencias de seguridad a la cooperación, un enfoque que revierte en un alineamiento activo con el discurso que proviene de Washington con la premisa de la defensa de su hegemonía global frente a una China con la que escalan más contradicciones cada día. Asimismo, en la búsqueda de una solución política para Ucrania puede alentar una reflexión que abogue por la desescalada y otorgue menos relevancia a la orientación que hoy predomina, la de compartir a piñón fijo la posición estadounidense de sostener el conflicto con más y más munición el tiempo que sea necesario.

Comprometer a China en la estabilidad europea, política, estratégica y, por supuesto, económica, en un contexto de reiteración de las turbulencias, es un objetivo de interés reciproco. Madrid puede contribuir significativamente al establecimiento de un modelo de comunicación entre ambas partes que, en paralelo, eleve su significación en el marco comunitario ante los socios galo y germano, recuperando terreno en el núcleo duro de la UE. París y Berlín, resistiendo a duras penas las presiones de la Casa Blanca, abogan por matizar la relación con China atendiendo a su propia definición autónoma y a los intereses estratégicos del continente.

¿Troika de Paz?

Sánchez se ha mostrado interesado en solicitar de Xi aclaraciones de los 12 puntos, quizá con el propósito de identificar asideros y apuntar intersecciones comunes que favorezcan la acogida en Europa de la iniciativa china. Eso no liquidará el escepticismo, por supuesto, pero si puede oxigenar la propuesta.

¿Participaría España de una hipotética troika de paz con China y Brasil, pongamos por caso, para abrir paso a otra dinámica en el conflicto? A Xi le interesa de este encuentro, sobre todo, saber hasta dónde podría contar con España en la cuestión de Ucrania y por extensión en su política hacia Europa. Quizá fraguando un entendimiento que les haga estar más pendientes el uno del otro sin tener que elegir entre posiciones excluyentes.

A dos meses de elecciones en España y con un horizonte inmediato marcado por otros comicios decisivos más decisivos aun en el presente año, la tentación de hacer un uso táctico del encuentro tiene poco recorrido. No obstante, sirve también a Sánchez para marcar territorio en su diferendo con Núñez Feijóo, un absoluto advenedizo, a años luz en experiencia internacional.

Después de Sánchez visitarán China otros líderes europeos de peso. El canciller Scholz ya estuvo en noviembre. Xi no quiere que en Europa solo resuene la voz de Washington. Es de imaginar que los contactos se multiplicarán en los próximos meses. Quizá de ellos resulte una mayor comprensión bilateral que si no puede disipar del todo las diferencias si añada comprensión y mayor conciencia respecto a los intereses de cada parte. Mientras, las autoridades chinas mantendrán al presidente Biden en otra fila y a la cola. Tras el incidente del globo espía, Xi desoye la petición de una conversación telefónica aclaratoria y da largas a la reprogramación de la visita del secretario de Estado Blinken.

Apostando por la gestión flexible y creativa de las afinidades comunes, la visita de Pedro Sánchez puede contribuir de manera significativa al relanzamiento bilateral y de las relaciones China-UE y a la recuperación de cierta estabilidad continental y global.

Xulio Ríos

Xulio Ríos: Asesor emérito del Observatorio de la Política China. 

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