Ya ganó el fascismo en Brasil

Hasta que Brasil aplique la pena de muerte, los grupos de exterminio son bienvenidos

El problema de la dictadura era que torturaba. Debería haber matado más. Por lo menos unas 35 mil personas más.

Sólo no te violo porque no te lo mereces

Estas frases que podrían ser de la comandancia del Ejército Islámico en Siria, en realidad pertenecen a Jair Bolsonaro, candidato que lidera la carrera presidencial en Brasil. Su eslogan de campaña Brasil sobre todo, Dios sobre todos carga los códigos militares y religiosos de sus profundos vínculos con los sectores pro dictadura militar y evangélicos radicales del país. El abismal resultado electoral alcanzado por él en primera vuelta es casi irreversible en la segunda. Durante los seis años de aplicación del Lawfare, los grandes conglomerados mediáticos se encargaron de posicionar a la izquierda brasileña como responsable de un supuesto caos de corrupción moral y financiera. El discurso hipócrita y moralizador de la derecha no funcionaba, y Lula lideraba todas las encuestas presidenciales. Sus ilegales condena y detención fueron la única salida electoral.

Sin el presidente Lula en la disputa, el Partido de los Trabajadores (PT) optó por seguir con Fernando Haddad, en ese entonces binomio del ex presidente. De personalidad dialogadora, sin carisma y poco conocido por los 142 millones de electores, Haddad es hombre de absoluta confianza del presidente Lula. Fue el mejor ministro de Educación de la historia de Brasil y alcalde no reelecto de la ciudad de São Paulo. Su campaña que alcanzó rápidamente el piso electoral del PT de 18 por ciento, crecía vertiginosamente hasta la última semana antes de la primera vuelta, cuando un error estratégico quebró la tendencia. El comando de campaña de Haddad decidió apoyar una movilización de rechazo a Bolsonaro utilizando la etiqueta #EleNão. Engañada por las métricas y el big data, la izquierda creía que daría un golpe de gracia, cuando en realidad la decisión acabó siendo como la del capitán del Titanic, quien aceleró la marcha para llegar más rápido, sin pensar en los icebergs. La acción que movilizó a miles de personas en las redes y en las calles logró ser tendencia mundial con mensajes proaborto y matrimonio igualitario, acción que fue apoyada por la mismísima Madonna. Lo que la izquierda subestimó es que, faltando apenas una semana la pauta feminista y lgbti llevaría al electorado evangélico, simpatizante de Lula, a una disyuntiva moral obligándolos a rechazar a Haddad como opción. Los organizadores de #EleNão no tomaron en cuenta que los evangélicos en Brasil representan 32 por ciento de la población y son dueños de una máquina ideológica con un presupuesto anual de 10 mil millones de dólares libres de impuestos generados por los diezmos de sus fieles. En apenas dos días Bolsonaro subió seis puntos porcentuales coronándose como vencedor de la primera vuelta con 13 puntos porcentuales sobre Haddad. Las predicciones anteriores hablaban de casi un empate.

La votación de Bolsonaro no está integrada sólo por el voto evangélico. En su base aterriza el caudal antipetista que por inercia desembarcaría en la candidatura que más posibilidades tuviera contra la izquierda. Durante el año que antecedió las elecciones, las empresas de comunicación protegieron la reputación de Bolsonaro haciendo caso omiso de sus 30 años de vida pública cargada de escándalos de corrupción, constantes llamado al exterminio físico de la izquierda, gays, afros y mujeres. Por irresponsabilidad de los medios Bolsonaro prendió la mecha de una sociedad que habita en un barril pólvora. Brasil es el país con el mayor número de homicidios en el mundo, sólo en 2017 fueron más de 65 mil. Somos una sociedad misógina, racista y homofóbica. Hasta la llegada de Bolsonaro existía una especie de velo, pero su discurso le da un sentido a esa violencia a partir de un posible gobierno comandado por militares y evangélicos de ultraderecha que envalentonan a los sectores más violentos de la sociedad brasileña. Fue un efecto Naranja Mecánica, – opera prima cinematrográfica de Stanley Kubrick– donde un grupo de jóvenes sale por las calles agrediendo personas casi por diversión.

Pocos días después de la primera vuelta, más de 50 casos de agresión y asesinatos ocurrían por todo el territorio nacional. En las casas, oficinas y escuelas se va instalando el pánico. Muchos de los que comentan o defienden una posición favorable al avance de una agenda de derechos civiles son agredidos, inclusive con la venia de las autoridades. En el sur de Brasil una chica de 19 años fue inmovilizada por tres militantes de Bolsonaro que con una navaja la marcaron en su costilla con la suástica nazi. Ella estaba usando una camiseta con la consigna #EleNão. El jefe de la política local que atendió el caso escribió en el parte policial, sarcásticamente, que era un símbolo budista que representa el amor, la paz y armonía.

Amauri Chamorro

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