Astucias del imperio del dólar

Actualmente, el dólar continúa drenando valor de las excolonias, definidas a sí mismas como repúblicas independientes. Por ejemplo, cuando en un país periférico como Angola o Argentina el dólar pierde demasiado valor debido a la orgía de impresiones (de tecleos) en Washington (y luego del “efecto Cantillion”) los bancos centrales de esos países salen a comprar más y más dólares.

Pero ¿por qué, Dios? Porque si el dólar se devalúa demasiado los empresarios criollos pierden capacidad de competir en el mercado internacional y las exportaciones se deprimen. Sobre todo en economías extractivas (como África y América Latina, donde la burguesía criolla y empresarial no necesita importar materias primas para exportar sus productos manufacturados).

Los países periféricos deben producir algo para comprar dólares y poder, de esa forma, pagar sus deudas; no pueden imprimirlos como lo hace el Rey Midas. Así que, a más demanda de los bancos centrales de la periferia, más se valoriza el dólar y más dólares emite Washington para succionar más valor de los países que lo usan o de los trabajadores que lo mantienen como ahorros de vida.

La asimetría real, una vez más, es encubierta con un discurso simétrico. A través de sus brazos financieros como el FMI y el Banco Mundial, Washington y Europa sermonean sobre la falta de “disciplina fiscal” de los países del Sur Global, de los países deudores, de los países corrompidos por siglos por el imperialismo del Norte. Naturalmente, como ha ocurrido por siglos, los colonizados adoptan la ideología y la moral del colono y repiten el mismo discurso para autoflagelarse o para mantener a las masas productivas bajo control de culpabilidad y obediencia debida.

También en Estados Unidos los políticos no se cansan de reclamar de “disciplina fiscal”, cuando ésta nunca ha existido ni importa más que en el mercado electoral que tiene al miedo como principal commodity. De la misma forma que hacen con los impuestos, obligar a los países a tener disciplina fiscal es una forma de mantenerlos controlados y a disposición de los inversores internacionales. La otra forma es a través de sus deudas nacionales.

El centro pregona disciplina fiscal para sus excolonias, algo que los países acreedores no tienen y nunca tuvieron. ¿Es que acaso existe un país más irresponsable en sus finanzas que Estados Unidos? ¿Es que acaso los políticos estadounidenses pueden acusar a cualquier otro país de corrupción e ineficiencia de sus políticos, como lo hacen con países con economías bloqueadas y destruidas pero sin la posibilidad de acosar, saquear a otros países y mucho menos de imprimir irresponsablemente una divisa global? No, no pueden, pero la maquinaria mediática es tan poderosa que por todos lados encontramos ciudadanos decentes repitiendo estos mismos mitos sobre la corrupción de los países subdesarrollados como si fuesen explicaciones obvias sobre sus problemas económicos y sociales.

Sin embargo, muy probablemente esta orgía monetaria esté llegando a su fin. ¿Tomará veinte, cuarenta años? Imposible saberlo. La persistencia de una alta inflación en Noroccidente podría no solo deberse a hechos circunstanciales como la pandemia del Covid19 y la guerra en Ucrania, sino también al efecto de impresión (y de creación virtual) de dólares en un mundo que lentamente se va desprendiendo de esa divisa global.

La supremacía global del dólar es más importante que cualquier otro recurso, incluso el recurso del millonario poder militar de Estados Unidos, altamente inefectivo y corrupto (el Pentágono no es capaz de explicar la desaparición de miles de millones dólares), ya que éste depende del dólar como del dólar depende el resto de los excesos económicos en el país. Al igual que con la invasión de Irak en 2003 o de Libia en 2011, el objetivo de los años por venir será evitar que esta supremacía desaparezca. Ni siquiera su extendida arquitectura residencial en base a la madera y a un intenso y permanente mantenimiento soportaría este cambio.

Es por esta misma razón que el traspaso de hegemonía de Estados Unidos a China y a otros centros mundiales muy probablemente será violento, aún más violento que la guerra en Ucrania. Al fin y al cabo, no debemos olvidar que el conflicto internacional no sólo ha sido una obsesión anglosajona en su empresa de someter-a-otros-que-podrían-someternos-a-nosotros-si-no-los-sometemos-a-ellos-primero, sino también ha sido un recurso económico. En los siglos pasados fue un instrumento altamente beneficioso para las arcas de las metrópolis, pero siempre necesitó de una excusa maestra, para convencer al mundo y para convencerse a sí mismo de que lo que debían hacer era una obligación moral.

Más recientemente, y por reducir esta observación sólo al dólar, debemos recordar los dos principales momentos en que esta divisa estuvo bajo cuestionamiento y a un pelo de perder su predominio mundial desde el acuerdo Bretton Woods de 1944.

El primereo fue, como vimos, la desconvertibilidad o abandono del estándar oro en 1971, justo cuando varios países europeos estaban cuestionando esta supremacía deshaciéndose de sus dólares al convertirlo en oro. La desconvertibilidad detuvo este proceso. Aunque produjo varios problemas (como tal vez la crisis inflacionaria de los 70s) tuvo el efecto casi mágico de consolidar la divisa estadounidense como reserva de seguridad, aún que estuviese basada en solo fe en la potencia de la superpotencia.

El segundo momento ocurrió con la creación del euro en 1999. La creación de una divisa con posibilidades de competir con la supremacía del dólar fue seguida del 11 de Setiembre y de las nuevas guerras a gran escala de Washington. El derrocamiento de Saddam Hussein, justo un proponente de usar el euro en lugar de dólares y casi una década después la caída de Mohammad Gadafi, quien había propuesto la creación de una moneda común africana, salvaron al dólar, sino de una caída al menos de una pérdida de poder geopolítico.

Ahora, en 2023 los países del BRICS impulsan un tercer intento de reemplazo del dólar como divisa dictatorial. Debido al ascenso de China y de la notable decadencia interna de Estados Unidos, no es difícil imaginar un fin de la hegemonía del dólar. Sin embargo, recordemos dos factores que ya se han probado en la historia: 1) las divisas creadas para ser compartidas con diferentes economías con diferentes siclos y necesidades económicas no funcionan a la altura del dólar. El euro debería ser suficiente prueba; pero también un grupo unido por razonables reivindicaciones geopolíticas pero distanciado económica y culturalmente como el BRICS; 2) Washington sabe que la inoculación de conflictos geopolíticos, militares, no sólo significa ganancias para sus principales corporaciones de las cuales es prisionero, sino que produce un efecto conocido: los inversores y ahorristas corren a la “divisa segura”, el dólar, por una mera razón psicológica y cultural, algo que no se cambia en pocos años. La guerra de Ucrania, las tensiones en Taiwán (iniciadas por Washington, no por Pekín) son parte de un patrón conocido y muy previsible.

Jorge Majfud

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