Dominio geopolítico angloamericano y piratería financiera

Washington destinó a gasto militar en el año 2019 más de lo que gastaron juntos en defensa los once países que le siguen. De acuerdo con el estudio de Global Fire Power, el ejército de EEUU recibe una inversión anual de 750.000 millones de dólares, la mayor de todo el mundo, contabilizando 1,4 millones de efectivos desplegados a través de 587 bases militares en 42 países del mundo.

Este inmenso gasto y despliegue militar le permite a la todavía primera potencia del mundo contribuir de forma determinante a la estabilidad política de los gobiernos afectos o coaccionar a los que le son hostiles. Además, la supremacía militar a través de tantas bases aéreas y navales de EEUU distribuidas por todo el globo le capacita para supervisar las principales rutas comerciales y vigilar el control de las cadenas de suministro terrestre y marítimo en los puntos más sensibles de la geografía mundial.

En este sentido, la estrategia estadounidense ha consistido básicamente en vincular las grandes transacciones comerciales a su divisa para así condicionar los grandes mercados mundiales, como el petrolero, ala política monetaria de expansión de dinero fíat llevada a cabo por la Reserva Federal. Esto explica que durante las últimas cinco décadas haya podido asumir fácilmente sus cada vez más voluminosos déficits comerciales.La progresiva dolarización del comercio internacional tras la segunda guerra mundial ha permitido a EEUU disponer de una demanda cautiva del dólar a nivel internacional, privilegio monetario que no dispone ninguna otra potencia. Esta situación se refuerza con la influencia que ha poseído sobre las principales directrices de los organismos financieros y mercantiles multilaterales, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio.

El espacio planetario gobernado por el conglomerado estatal y corporativo estadounidense, pero también británico, opera en la práctica como una talasocracia (dominio marítimo), reforzada recientemente con la consumación del brexit y el reimpulso de la Commonwealth. Una dominación financiera y militar que se extiende alrededor de la masa continental de Eurasia, y que se basa gen cercar, envolver y aprisionar hacia el interior a las grandes potencias centrales (Rusia, China) y regionales (India e Irán).  De ahí el interés urgente de China, a través de Rusia, de avanzar sobre el Ártico, aprovechando su deshielo, para crear nuevas rutas marítimas que sean una alternativa de futuro a las que irremediablemente tienen que atravesar el estrecho de Malaca y que conectan el Mar de la China Meridional con el Golfo de Bengala y éste con el Mar Arábigo. El interés geoestratégico del Ártico es tan determinante que ha provocado que EEUU esté tratando de cercar a ambas potencias euroasiáticas por el polo norte, potenciando su despliegue en Alaska y poniendo su mira en Groenlandia.

A través de una red de interconexiones militares, industriales y comerciales EEUU ha forjado un perímetro de control militar alrededor del continente euroasiático, desde el Pacífico a Oceanía, pasando por el Índico, África oriental y el Golfo Pérsico. Por su parte, el Mar Caribe y el Golfo de México vienen a ser en su retaguardia un auténtico mare nostrum estadounidense. Amplias regiones estratégicas en todo el mundo cuentan con presencia militar y son administradas mediante políticos y financieros subordinados, como los de Japón, Corea del Sur, Taiwán, Filipinas y Singapur, así como aquellos que permanecen en alianzas muy afines y estables como Canadá, Australia, Nueva Zelanda, México, Israel, Arabia Saudí y Polonia, entre otros.

Este cinturón exterior sobre Eurasia se complementa con un denso entramado de paraísos fiscales cuyo fin es el masivo blanqueo de capitales generados por los beneficiarios de las corporaciones angloamericanas.Paraísos fiscales que vienen a corresponderse prácticamente con gran parte de los vestigios del Imperio colonial británico, como Gibraltar, Belice, las islas Vírgenes Británicas, Turcas y Caicos, Jersey, Antigua y Barbuda, Anguila, Malta, Barbados, Bermudas, Bahamas, Fiyi, Trinidad y Tobago, Caimán, Monserrat, Marshall, Man, Cook, Guernsey, San Cristóbal y Nieves, Dominica, Santa Lucía, San Vicente y Granadinas, Seychelles y Pitcairn.

La supervivencia de estos paraísos fiscales y la consolidación internacional de ciertas prácticas de ingeniería contable y tributaria prueban que en lo referido a la “anglosfera” la descolonización no fue sino una mutación ficticia en cuanto a la piratería legalizada que se venía haciendo desde sus orígenes con la dinastía de los Tudor. Las patentes de corso, en los diferentes territorios de ultramar y dependencias británicas, se practican ahora a nivel de sofisticadas estructuras jurídico-societarias, como los trust o fideicomisos, tras los cuales se ocultan inmensos patrimonios familiares conformados históricamente a partir de sus latrocinios sistemáticos y fraudes financieros y fiscales.

A este conjunto hay que sumar las posesiones globales del tío Sam en sus diferentes formas de control político y económico tanto en el Pacífico (Samoa) como en el Caribe (Puerto Rico e Islas Vírgenes de Estados Unidos), donde destaca específicamente la influencia militar ejercida sobre Panamá y coyunturalmente en otros países de Latinoamérica que ceden en mayor o menor medida a las fuertes presiones que reciben sus gobiernos (como Ecuador, Guatemala y El Salvador). Enormes fortunas y botines son camuflados mediante densas capas de personificaciones jurídicas y fiduciarias reguladas por el Common Law y gestionadas por un tejido global de sociedades pantalla e interpuestas a cargo de testaferros internacionales.

A pesar de los blindajes jurídicos con los que cuenta este sistema de extracción de rentas y explotación económica, se están produciendo algunos síntomas del agotamiento en sus propias dinámicas extractivas. En los últimos años hemos asistido a relevantes e inesperadas filtraciones, como las de los Panama Papers y otros casos similares recientes que han permitido conocer los sofisticados entramados de la delincuencia corporativa y financiera transnacional y sus procedimientos de evasión y elusión fiscal a gran escala. Resulta fácil intuir que esto sólo es la punta del icerberg de un sistema creado por las oligarquías del capitalismo financiero de corte angloamericano y sus élites afines occidentales para la extracción de rentas, mediante negocios simulados y fraudulentos. La hegemonía del dólar y del modelo capitalista imperante no serían posibles sin la infraestructura y despliegue militar y armamentístico que sostiene globalmente la protección de esta piratería y el parasitismo financiero angloamericano.

Pablo Sanz

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