El dinero y las criptomonedas
Esta bastante aceptada la definición de dinero como “cualquier artículo o registro verificable que se acepta en un país o contexto socioeconómico generalmente para pagar bienes, servicios, impuestos y deudas”. Obsérvese que no se refiere ni a billetes, ni a tarjetas de crédito, sino a “cualquier artículo o registro verificable”.
Eso nos indica que es tan dinero un billete como un cheque o un número que transferimos mediante una aplicación de nuestro teléfono móvil. En idioma español, la unidad representativa del precio de las cosas que permite efectuar transacciones comerciales se conoce como “moneda”.
Las principales funciones del dinero consisten en ser un medio de cambio, unidad de cuenta, depósito de valor y otras que permitan un intercambio irrestricto de valores. Como un simple número, no tiene valor intrínseco alguno. Los portadores del dinero, como pueden ser los billetes, tampoco tienen que tenerlo en sí mismos. Solo vale su capacidad de cambio.
Su historia comienza con el “trueque” o intercambio de objetos o acciones que pueden convenir a dos o más personas. La “obsidiana” es una especie de “cristal volcánico” o roca ígnea de aluminosilicatos que circulaba y se usó como dinero en Anatolia (hoy es la parte asiática de Turquía). Parece que se empleó 12 000 años antes de nuestra era como una forma de dinero. Fue sustituida más tarde por el cobre y la plata. También se utilizaba como dinero o como elemento de trueque el grano de cebada. Los conquistadores españoles usaron espejillos y objetos de vidrio como dinero para adquirir bienes de los habitantes autóctonos de las Américas.
Desde el siglo pasado, los portadores de dinero comenzaron a experimentar una revolución. Como se aceptó que los números de una cuenta bancaria, transferidos a otros, sirvieran para ser intercambiados por bienes y servicios y compensar deudas, el llamado “dinero electrónico” se convirtió en un elemento de transacción hoy en día omnipresente. La civilización moderna no puede prescindir de él. Si los billetes y monedas que se usaban antes con cierta exclusividad tenían muy poco valor intrínseco, los valores en un registro electrónico podían hacer exactamente la misma función, mucho más eficiente y controladamente. Los valores creados se trasmiten así por vehículos como una tarjeta electrónica, un teléfono, una computadora y cualquier otro dispositivo que pueda comunicarse… y en el que se pueda confiar.
La característica más importante de cualquier forma de dinero real es que tenga una capacidad liberatoria ilimitada y sea aceptado por todos sin restricción alguna. Si se le pone algún límite, se pierden muchas de sus ventajas y se llega a hacer inútil, como si a una cinta métrica se le borrara la escala. Está claro que para ello tiene que poderse obtener limitadamente o mediante una acción que proporcione un valor intrínseco que lo “compre”.
El oro es escaso, estable y difícil de obtener. Por ello sirvió tanto tiempo como dinero. Los bancos centrales emiten cantidades controladas de monedas y billetes y gracias a ese control pueden cumplir su función. Cuando falla y se emite más que el equivalente de valor que crea una sociedad, la llamada “inflación” le quita capacidad de cambio. Si se le quita, además, la capacidad liberatoria, o sea, no se permite usarlo para cambiarlo irrestrictamente por bienes y servicios necesarios, entonces deja de ser dinero.
La novedad de nuestros tiempos, en los que la información se puede procesar de forma digital, es la creación de las llamadas criptomonedas. Se trata de datos o valores numéricos creados después de un proceso de cálculo laborioso que no cualquiera puede realizar. Pueden también ejercer la función de dinero, pero solo si es aceptado por entidades o personas naturales como valor de cambio.
La forma de generar dinero en forma de criptomonedas puede ser resolviendo con cálculo electrónico complicados algoritmos matemáticos antes de que muchos otros que pretenden hacer lo mismo y cambiando los ya existentes por bienes, servicios u otra forma de dinero. A esto se le conoce actualmente como “minería” de criptomonedas. Ha llegado a complicarse tanto, que la producción actual de algunas criptomonedas tiene que tener en cuenta la energía que gastaron las computadoras calculando para su minería.
Los registros que certifican la propiedad de monedas individuales (la cartera o monedero) y las diversas transacciones se almacenan en una base de datos compartida por muchas computadoras en red que hacen de servidores. Esto hace las funciones de “un libro mayor” que muchos tienen, pero solo los dueños individuales saben sus propios valores y solo los involucrados en transacciones pueden conocerlas.
El “dueño del banco” no existe. Además, se utiliza la encriptación, tanto para asegurar la privacidad de los registros de transacciones como para controlar la creación de monedas adicionales y verificar la transferencia de su propiedad. El dueño de un servidor no puede conocer las transacciones, los activos ni la “riqueza” de los dueños de criptomonedas, porque él solo aporta una parte del código de encriptación. Las demás las aportan otros servidores en la red. Esto es lo que se llama “cadena de bloqueo” o “blockchain”. Por supuesto, existen métodos de supervisión para adicionar confiabilidad al proceso, en dependencia de las muchas criptomonedas que existen actualmente.
Aparentemente, la cadena de bloqueo fue inventada por un ente que se autodenominó Satoshi Nakamoto, en 2008. La verdadera identidad de este señor o grupo de personas se desconoce actualmente. Se creó para servir como el libro de transacciones públicas de la criptomoneda bitcóin, que fue la primera descentralizada. Desde entonces, se han creado muchas otras.
Un sistema monetario basado en criptomonedas tiene que basarse también en la confianza que se deposite en ellas. Esta está dada por la solidez del diseño de su funcionamiento y su encriptación, al igual que se confía en unas monedas nacionales más que en otras. La base de esa confianza es, obviamente, dependiente de quién y cuántos deciden confiar. Como tantos logros del conocimiento humano, no tiene que ser la solución definitiva a las muchas contradicciones que tienen los sistemas monetarios actuales, pero sí aportar novedad y alguna característica deseable al funcionamiento del dinero en nuestros días. También puede aportar aspectos negativos, permitiendo el flujo de valores ocultos con fines perversos.
Nuestro país puede servirse de lo bueno que puedan aportar y evitar lo negativo. Como en todo, es preciso tener pericia en su gestión y especialistas conocedores, honestos y dedicados para ello. Los tenemos y podemos tenerlos. También tenemos la honestidad y amor por nuestra patria y los intereses de todos los cubanos para hacer el óptimo uso o desuso de este avance.
Luis A. Montero Cabrera
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