México trabaja en la creación de un banco público que será el más grande del país

Mientras los defensores de EE.UU. y políticos locales canadienses batallan para constituir sus primeros bancos públicos, el nuevo presidente de México ha comenzado la construcción de 2,700 sucursales de un banco estatal que serán terminadas en 2021, fecha en que será la institución bancaria más grande del país.

En conferencia de prensa el 6 de enero, dijo que el modelo neoliberal había fracasado; los bancos privados no servían a la gente pobre y del campo, por lo cual el gobierno tuvo que intervenir.

Andrés Manuel López Obrador (conocido como AMLO) ha sido comparado con el líder de la oposición en el Reino Unido, Jeremy Corbyn, con una eminente diferencia: AMLO está en el poder. Él y su coalición de izquierda ganaron abrumadoramente la elección de 2018 en México, derrotando al Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó el país durante gran parte del siglo pasado. Llamado el primer experimento de izquierda hecho y derecho en México, la victoria de AMLO marca un giro dramático en la la dirección política del país. AMLO escribió en su libro México 2018, la salida: “En México, la clase gobernante constituye una mafia de saqueadores… México no va a crecer si las instituciones del gobierno permanecen al servicio de la élite adinerada”.

El nuevo presidente ha mantenido sus promesas de campaña. En 2019, su primer año en la presidencia, hizo lo que Donald Trump prometió hacer -“limpiar el pantano”- purgando el gobierno de tecnócratas e instituciones que él considera corruptas, despilfarradoras o que impiden la transformación de México luego de 36 años de políticas neoliberales centradas en el mercado. Otros logros incluyen un incremento sustancial del salario mínimo al mismo tiempo que se recortaron los sueldos de altos funcionarios públicos y sus pensiones onerosas; el extender pequeños créditos y subsidios directamente a campesinos; establecer precios de garantía para productos agrícolas básicos; impulsar programas sociales que benefician a la juventud, los adultos mayores y las personas con discapacidad; y echar a andar un plan de infraestructura de $859 mil millones de pesos. El objetivo de López Obrador es construir, en sus palabras, “un nuevo paradigma” de política económica que busque no sólo incrementar el Producto Interno Bruto (PIB), sino mejorar el bienestar de las personas.

El fin de la era neoliberal

Para cumplir tal promesa, en julio de 2019 AMLO convirtió el banco de desarrollo de propiedad estatal BANSEFI en un “banco de los pobres” (Banco del Bienestar). Mencionó el 6 de enero que el periodo neoliberal había privatizado todos los bancos estatales, excepto uno, mismo que ha recibido la aprobación para construir 2,700 nuevas sucursales. Sumadas a las 538 sucursales ya existentes de BANSEFI, dentro de dos años el total será de 3,238, muchas más que cualquier otro banco en el país. (Banco Azteca, que actualmente cuenta con el mayor número de filiales, tiene 1,860). La banca digital también será desarrollada. De gira por el interior del país en diciembre, AMLO afirmó que su objetivo es que el Banco del Bienestar llegue a un total de 13,000 sucursales, más que las de todos los bancos comerciales del país juntos.

En conferencia de prensa el día 8 de enero, explicó por qué este nuevo banco es necesario:

“Hay más de mil municipios que no cuentan con sucursal bancaria. Estamos dispersando recursos pero no tenemos cómo hacerlo… La gente tiene que ir a sucursales que están a dos, tres horas de camino. Si no acercamos esos servicios a la gente, no vamos a impulsar el desarrollo del país 

“Ya se están construyendo. Los invito dentro de dos meses, tres a lo máximo, a la inauguración de las primeras sucursales porque ya se está trabajando, se están consiguiendo los terrenos… porque tenemos que apurarnos”.

El presidente mencionó que los 10 mil millones de pesos necesarios para construir estas nuevas sucursales provendrán de los ahorros del gobierno; y que 5 millones ya han sido transferidos al Banco del Bienestar, que a su vez entregará los fondos a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), cuyos ingenieros serán los responsables de la construcción. El ejército también será utilizado para transportar el dinero físico para el cobro de los programas sociales. AMLO añadió: “me están ayudando, me están apuntalando, se han portado muy bien los militares y no se echan para atrás en nada. Siempre me dicen ‘sí se puede, sí lo hacemos, va’”.

Sobre la preocupación de que el banco estatal acapararía fondos provenientes de los bancos comerciales y competiría con ellos de otras formas, tales como créditos de cero interés a pequeños negocios, AMLO rebatió:

“No hay motivo de queja por el hecho de construir estas nuevas sucursales… si los bancos privados quieren construir sucursales en más ciudades y pueblos tienen todo el derecho de hacerlo, pero como no lo hacen porque piensan que no es negocio, nosotros tenemos que hacerlo… es nuestra responsabilidad social, el Estado no puede eludir su responsabilidad social”.

Problemas con el Banco central

Pese a que el Congreso ya ha aprobado el nuevo banco, el Banco de México aún puede bloquearlo si las regulaciones bancarias son infringidas. Ricardo Delfín, socio líder de auditoría en servicios financieros de KPMG México, declaró al periódico La Razón que si la fuente de financiamiento del banco proviene de un empréstito por parte del gobierno federal en vez de capital, esto puede afectar negativamente el “ratio de capitalización” del nuevo banco. Pero AMLO sostiene que el Banco del Bienestar será autosuficiente. La financiación para la construcción provendrá del ahorro del gobierno federal en otros programas y los gastos operativos del banco serán cubiertos mediante pequeñas comisiones pagadas en cada transacción por sus clientes, la mayoría de quienes serán beneficiarios de programas sociales. Las sucursales serán levantadas sobre tierra de propiedad estatal o donada, incluso compañías de software han ofrecido asistencia gratuita.

Acerca del Banco de México, dijo:

“Vamos a hablar con los del Banco de México, respetando su autonomía. Tenemos que explicarles puesto que para ellos esto es un anacronismo, incluso un sacrilegio, porque ellos tienen otras ideas. Nosotros hemos llegado (al gobierno) luego de decirle al pueblo que la política económica neoliberal iba a cambiar…

“No debe haber obstáculos. ¿Cómo va a impedir el Banco de México que tengamos una institución bancaria que disperse recursos en favor del pueblo? ¿Qué daño hace eso? ¿A quién le perjudica?”

AMLO ha prometido reiteradamente que no interferirá en los asuntos del Banco de México, que ha gozado de autonomía en el último cuarto de siglo. Pero también ha declarado que le gustaría ampliar su función, llevándola más allá de combatir la inflación mediante la preservación del valor del peso, para incluir el estímulo al crecimiento. La preocupación, de acuerdo con el Financial Times, es que el presidente utilizaría el banco central para financiar sus programas sociales, siguiendo el ejemplo de la expresidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, “cuyas heterodoxas políticas elevaron la inflación y, muchos economistas creen, precipitaron la actual crisis argentina”.

Mark Weisbrot refuta esta afirmación en el New York Times, argumentando que los problemas de Argentina fueron provocados, no por la impresión de dinero para financiar el desarrollo doméstico, sino por una masiva deuda externa. De hecho, la hiperinflación ocurrió bajo el mandato del sucesor de Fernández de Kirchner, el presidente Mauricio Macri, quien la relevó en 2015. La deuda pública se incrementó de 53% a más de 86% del PIB, la inflación se elevó del 18% al 54%, las tasas de interés de corto plazo se dispararon hasta el 75%, mientras la pobreza creció del 27% al 40%.

En una elección sintomática del malestar popular en agosto de 2019, el indignado electorado argentino reeligió a Fernández de Kirchner como vicepresidenta junto a su antiguo jefe de gabinete como presidente, restableciendo el legado de doce años del kirchnerismo, iniciado en 2003 por su esposo, Néstor Kirchner, considerada por Weisbrot como una de las presidencias más exitosas en el hemisferio occidental.

Más apropiado que Argentina como modelo de lo que puede lograr un gobierno trabajando en colaboración con su banco central es el caso de Japón, cuyo primer ministro, Shinzo Abe, ha financiado sus programas de estímulo vendiendo bonos gubernamentales directamente al Banco de Japón. Éste maneja actualmente casi la mitad de la deuda pública japonesa, y aún así la inflación de los precios al consumidor permanece baja –tan baja que el Banco de Japón la mantiene por debajo de su objetivo de 2%.

Otras opciones de financiamiento

Es poco probable que AMLO siga esta ruta, debido a que se ha comprometido a no interferir con la autonomía del Banco de México; empero, los analistas señalan que necesita introducir algún tipo de estímulo económico puesto que el PIB mexicano se estancó el año pasado. El presidente mexicano ha criticado que el PIB sea el máximo indicador de referencia; en vez de ello, ha abogado por otro modelo de desarrollo que incorpore la distribución de la riqueza y el acceso a educación, salud, vivienda y cultura entre sus parámetros de medición.

Pero como advirtió Kurt Hackbarth en Jacobin en diciembre, “para financiar su programa sin tener que quitarle recursos a otras partidas presupuestarias, AMLO tendrá que hacer algo que hasta ahora ha descartado categóricamente: subir los impuestos a las clases altas y grandes corporaciones quienes, y esto no es ninguna sorpresa, resultan poco menos que bandidos en el corrupto sistema financiero mexicano.”

AMLO ha prometido reiteradamente, sin embargo, no subir los impuestos a los ricos. En vez de ello, ha reclutado a los magnates empresariales mexicanos en asociaciones público-privadas, permitiéndole esquivar la “trampa tequila” que hundió tanto a México como a Argentina en años anteriores -sometiendo a ambos países a los acreedores extranjeros y al Fondo Monetario Internacional. La élite empresarial mexicana parece estar feliz de invertir en el país, a pesar del estancamiento en el PIB.

Como ha dicho Carlos Slim, el hombre más rico de México, “no ha aumentado la deuda, no hay déficit fiscal y la inflación se redujo”. En noviembre de 2019, la Secretaría de Economía reportó un incremento de 7.8% en la inversión extranjera directa en los primeros nueve meses de ese año, comparado con el mismo periodo de 2018, alcanzando su segundo máximo histórico; asimismo, para finales de 2019 el peso se apreció 4%. La bolsa creció 4.5% y la inflación cayó de 4.8% a 3%.

Colaborar con los empresarios nacionales es políticamente conveniente, pero las asociaciones público-privadas pueden resultar costosas; como señala el profesor Richard Werner, recurrir a inversionistas privados simplemente pone dinero existente a recircular en la economía. Sería mejor solicitar financiamiento directamente a los bancos, que pueden crear nuevo dinero cuando prestan, como ha confirmado el Banco de Inglaterra. Este nuevo dinero circula entonces en la economía, estimulando la productividad.

Hoy en día, el mejor ejemplo de este modelo es China, que financia su infraestructura mediante créditos de sus bancos estatales. Como todos los bancos, crean préstamos como créditos bancarios en sus registros, mismos que son pagados con las ganancias de los proyectos construidos con esos préstamos. No hay necesidad de recurrir al banco central o a inversionistas millonarios o a la base fiscal. Los bancos estatales pueden crear dinero en sus registros igual que los bancos centrales y los bancos privados.

En el caso de México, utilizar el banco estatal a la manera de China sería un proyecto para el futuro, si acaso. Por lo mientras, AMLO se ha colocado a la vanguardia al demostrar cómo un sistema nacional de banca pública puede ser echado a andar rápida y eficientemente. La clave, parece ser, radica simplemente en tener la voluntad política -además del apoyo masivo del pueblo, el Congreso, los empresarios nacionales y el ejército.

Ellen Brown

Artículo original en inglés:

Mexico’s President AMLO Shows How It’s Done, publicado el 9 de febrero de 2020.

Traducido por Ramón Magaña Gabriel para Rebelión.

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