Nostalgia por la presidencia en condominio
Los políticos priistas supervivientes -algunos ahora reciclados-pertenecen al paleolítico.
Los tecnócratas neoliberales, aún con bastante potencial, son producto del clásico tardío.
En pleno auge, están hoy los opinócratas, en incesante mudanza a comentólogos. Jóvenes todavía, son una variedad híbrida que se coloca por voluntad propia en la condición de francotiradores políticos: Le tiran a todo lo que se mueve.
Por razones de época y de extracción socioeconómica, los de la vieja clase tenían o tienen como timbre de orgullo su formación en universidades públicas mexicanas; la mayoría, con un título de Licenciado. Sus subordinados igualados, les llaman Lic.
Como los tecnócratas -que se autodenominan cuadros de excelencia– los opinócratas suelen exhibir pergaminos de maestros o doctores por las más prestigiadas universidades de los Estados Unidos o del Reino Unido. No faltan aquellos que tienen una colección hasta de cuatro cinco de esos pergaminos y diplomas anexos.
Los de esa última especie prefieren la academia. Si se animan a incursionar en la Administración Pública, tienen predilección por los encargos de consejeros o comisionados en los órganos autónomos del Estado, los mejor retribuidos de la alta burocracia.
Pasan por esos paraísos, vuelven a sus capsulas de cristal en las cumbres de la zona metropolitana y asumen papeles de Catón de la actividad de los servidores públicos, con la autoridad de publicistas de la transición democrática. Son, se lee en sus hojas de vida, politólogos.
De cómo se materializa el poder del Estado
Los que sólo nos dedicamos al oficio periodístico, no podemos prescindir de las cátedras que nos dictan todos los días y a todas horas esos opinantes, en los micrófonos y pantallas de TV, sobre todo el acontecer de la vida pública nacional e internacional.
No son pocas las ocasiones en que, al escuchar esas lecciones, nos quedamos con los ojos cuadrados, obligados a cotejar algunos criterios en textos especializados. Verbigracia, la Biblioteca Jurídica.
Ahí encontramos la definición: Un gobierno constitucional materializa el poder del Estado.
El titular del Gobierno, para el caso mexicano jefe de Estado, tiene a su encargo la dirección jurídica y política en sus instancias de decisión, acción y sanción de la función pública. Hasta aquí la cita.
Anoche, escuchamos esta acusación al nuevo jefe del Estado y de Gobierno por uno de esos opinantes, siempre guiado por la intencionalidad de los conductores de las barras de análisis: El Ejecutivo federal (que lo es por voluntad de la mayoría de los votantes, asunto que pretende olvidar el líder de opinión) le tira a convertirse en astro rey en el Cosmos mexicano.
No escucha el señalado; desde la salida del Sol se apodera de la escena pública, no responde a los cuestionamientos, improvisa ocurrencias, amenaza a sus adversarios y ataca a sus críticos, etcétera, dice el opinante a su provocador interlocutor.
La perla que encontramos es la siguiente, en voz de ese emisor: En el incesante mensaje del Presidente “no encontramos un programa de gobierno; lo que vemos es un proyecto de poder” (sic). Volvemos a la definición antes trascrita: El gobierno materializa el poder del Estado.
Si mal no escuchamos la presentación, el expositor es profesor de Ciencias Políticas y Sociales en una universidad privada.
En tratándose de la compleja Teoría de Estado, para salir de dudas consultamos el texto de la Constitución General. Ahí leemos, a saber: Se deposita el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión en un solo individuo que se denominará Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
Nos quedamos con la sensación de que esos opinantes añoran la Presidencia en condominio que tuvimos en pantalla hace poco más de dos sexenios. La nostalgia pinolera no se cura. Por lo pronto, la democracia representativa sigue.
Mouris Salloum George
Mouris Salloum George: Director General del Club de Periodistas de México, A.C.
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